Todo corazón en el Taj Mahal

(Artículo de colaboración de Víctor Ortiz)

Llegar a Delhi, descubrir el caos, dar un paseo por sus calles y mercados, caminar hasta la mezquita de Jama Masjid, llegar a RajGhat (lugar donde incineraron a Gandhi), visitar templos, ciudades, el Taj Mahal. Podemos verlo en guías de viaje e internet, y no es lo que quiero contar sobre este viaje. Intentaré plasmar impresiones y sentimientos vividos durante esta aventura.

Días atrás podíamos leer en este blog: «Mente limpia, corazón abierto«. Con esta idea partí, pero intentar llegar a un país como India sin una idea preconcebida y sin prejuicios es complicado, aunque me ayudó a ver varias realidades.

Lo primero que sientes es que tú no visitas la India, es ella quien te visita a ti. Esto tardé un día en entenderlo, sabía que delante de mi tenía un viaje al interior de mi cabeza. Quizás es porque te pone a prueba constantemente, rompe todos tus esquemas, y te obliga a reflexionar sobre muchas cuestiones. La India te puede sugerir cualquier cosa, excepto indiferencia. El primer día allí fue un choque entre mi realidad y la realidad del mundo, algo que me dejó en shock y me hizo reflexionar.

Bazar y Jama Masjid en Delhi

Bazar y Jama Masjid en Delhi

Lo segundo es que no hay una India, hay miles. Está la contemporánea, la tradicional, la mágica, la eterna, la del Taj Mahal, la rica, la pobre. Más de mil millones de personas. Cinco minutos en la India bastan para descubrir que la pobreza tiene ojos, unos ojos vidriosos que te miran y que te atraviesan como flechas, dejando tu corazón herido de realidad. Algunas flechas van cargadas de súplicas, otras de indiferencia o de simple curiosidad, y supongo que algunas, pero muy pocas, también de desprecio.

Por suerte también hay muchas sonrisas que te buscan, te encuentran, fotos pedidas, palabras amables e incluso cálidas caricias, que de alguna manera, equilibran la balanza. Visitar la India significa asistir a una lucha en lo más profundo de ti. En la India ves lo mejor y lo peor de la raza humana. Creo que ante ciertas realidades, sólo tienes tres opciones: huir, ser un espectador o comprometerte. En este caso decidí ser un mero espectador.

Señora lavando en Udaipur a orillas del Pichola

Señora lavando en Udaipur a orillas del Pichola

Las palabras alentadoras de un amigo mi primer día allí y la llegada de un tercer miembro al grupo me hicieron despertar y empezar a disfrutar de su cultura, sus tradiciones y su comida. Grandes recuerdos de una ceremonia hindú en la que rebosaba felicidad, esperanza, sueños, y a la que fuimos invitados.

Viajes en tren por todo el país, incluida la compañía de un niño que estuvo más de una hora jugando con nosotros y cuya sonrisa y la de su madre nos llenó el corazón de alegría. Estar dentro del Taj Mahal en una noche de luna llena te hace sentirte único. Contemplar atardeceres, sentir la brisa ya sea en barco, en tren, en bus o en tuk tuk. Comer su comida, beber, hablar o reír con ellos. Ésta es la realidad que  construimos en este viaje, repleto de sonrisas, alegrías e ilusiones.

Un viaje que me ha hecho entender que la vida es una duda constante. Enfrentarte a realidades tan duras como las de la India multiplican tus dudas por mil, incluso sobre aquellas cuestiones que  creías tener claras, pero también te deja entender muchas otras.

Todo esto no hubiera sido posible sin mis dos compañeros de viaje. Fernando, mi compi de habitación en varios viajes. Su mochila es mágica. Siempre que se necesita algo, ahí lo tiene. Siempre de buen humor, siempre con grandes consejos. Sin duda un gran amigo y gran compañero de aventuras. Y Alejo, mi padrino en esto de los viajes. La persona que hace de estos sueños una realidad, un amigo, un hermano, una persona que en estos últimos años ha aportado, entre otras muchas cosas, algo vital a mi vida: ilusión. Chicos, estoy deseando que llegue nuestra próxima aventura.

El equipo 21W de la India

El equipo 21W de la India

Para concluir… Con un gran sabor de boca, un eterno recuerdo y como espectador te das cuenta de que por mucha pobreza e injusticia que veas, poco puedes hacer. O no. Teresa de Calcuta decía sobre las pequeñas acciones de la gente: “We ourselves feel that what we are doing is just a drop in the ocean. But if the drop was not in the ocean, I think the ocean would be less because of the missing drop”.