Nueva Zelanda en Mildford Sound

Mis recuerdos en Fiordland son tan especiales que los tengo concentrados en 4 conceptos: música, yoga, atardeceres y paisajes. La combinación de todos ellos me traen recuerdos de carreteras sinuosas de película, un recorrido inolvidable en barco por Milford Sound o un clima tan adverso como adecuado al sitio donde estábamos.

Jamás pensé que desearía tener lluvia, niebla y viento a partes iguales, pero era parte del decorado necesario para sentir todo el encanto de Fiordland.

Atardecer en Fiordland

Atardecer en Fiordland

Imaginen una interminable hora azul con una cálida sesión de yoga, sintiendo la brisa de la montaña con una familia de patos de dulces acompañantes. Así fue el inicio del espíritu de Fiordland.

El espíritu de Milford Sound.

Uno piensa en Nueva Zelanda y seguramente imagine escenas grandiosas de naturaleza, pues bien, Milford Sound es una de ellas, un máximo exponente y una visita obligada en la isla sur y en todo el país.

El Lago espejo

El Lago espejo camino de Milford Sound

Podría contar toda la historia de cómo fue nuestro recorrido por la zona, cómo se llega en coche, las opciones disponibles para los barcos o recalcar la importante norma de llevar el depósito lleno antes de iniciar el camino, sin embargo no voy a contar nada de eso, quiero hablar de sensaciones, de momentos, de escenas, del espíritu de Milford Sound.

Carretera hacia Milford Sound

Carretera hacia Milford Sound

Sensaciones que al escribirlas te traen un pequeño escalofrío, porque recuerdas como eran de imponente los paisajes, de emocionantes las carreteras, de interesante la compañía o de buena la música que ponía banda sonora al recorrido; porque eres capaz casi de transcribir todas las conversaciones que ponían letra al recorrido, de visualizar las caras de los que viajaban contigo y disfrutas volviendo a ver su rostro feliz en el pequeño espejo retrovisor del coche.

Nueva Zelanda desde el retrovisor

Nueva Zelanda desde el retrovisor

Y llegas a Milford Sound para presenciar escenas únicas desde un barco que te lleva por todos sus paisajes y si como de un mecanismo automático se tratara, la niebla y las nubes del lugar, dejan paso al fuerte viento y a la lluvia.

Es parte del paisaje, parte de su espíritu, de las fuertes sensaciones que despiertan en ti ver esas formaciones imposibles en los laterales o las cascadas de agua que funcionan como pequeñas fuentes de agua evaporada.

Un momento único es comerte una carrot cake en Milford Sound, cortesía de nuestro barco al pagar el ticket. Imágenes y sabores que te acompañan durante minutos, días, meses y que incluso traspasan los recuerdos al quedarse por escrito.

Estampa en Mildford Sound

Estampa en Mildford Sound

Recuerdo el intenso sonido del viento y su fuerza, que te hacía imposible moverte por la cubierta sin sentir que podías caer en cualquier momento. Y recuerdo cómo hacíamos las últimas fotos en cubierta antes de emprender el camino de vuelta hacia Te Anau, nuestro campo base en Fiordland.

Postal desde Mildford Sound

Postal desde Mildford Sound

El espíritu de Fiordland.

La mejor sensación posible: sentir que el tiempo no es importante.

Así nos sentíamos al atardecer en Fiordland. Así que le pusimos música espiritual (Enya) y nos dedicamos al tiempo libre, a sentir la vida pasar de forma activa, cada uno haciendo lo que más le gustaba.

Ellas se dedicaron al yoga y la meditación; en mi caso, a la observación y la fotografía. Pasaron los minutos, cayeron las horas y el cielo seguía informando que el tiempo pasaba, pero sin darnos más señales, hasta que apareció la Luna para proporcionarnos nuevas pistas de por dónde iba la tarde-noche.

Meditando en Fiordland

Meditando en Fiordland

Señales que no quisimos interpretar, estaríamos ahí hasta que algo nos indicara que ya era «la hora»… y éstas llegaron desde el muelle al ver que anochecía en nuestro lugar y sólo quedaban reflejos desde los barcos. La hora azul llegó a su fin, la luna ascendía y las nubes se apoderaban del cielo.

Hora Azul en Fiordland

Hora Azul en Fiordland

Era el momento de irnos y así lo hicimos, pero con una sensación de paz interior como pocas veces he sentido, en ese momento percibí que había algo especial allí y tuve claro que quería escribir sobre ello, lo he llamado el espíritu de Fiordland, pero podría llamarse x, son sensaciones únicas de lugares especiales. Ahora sólo queda que vayáis vosotr@s mismos a buscarlas.