7 meses viajando, cientos de horas de observación, miles de kilómetros recorridos, centenares de hostales/hoteles/casas, muchas miradas cruzadas, infinitas horas de conversación. Después de todo eso creo que ha llegado el momento de decirlo bien alto: no me siento mochilero. Y más aún, no quiero serlo.

Eso sí, soy muy feliz viajando con mi mochila al hombro, pero el hábito no hace al monje, me gusta más definirme como un humilde viajero con poco equipaje.

No es por la simple palabra «mochilero«, eso puede ser una etiqueta, un cliché, sino porque no me identifico con el ambiente que genera el término y cada vez menos con la gente que lo practica. Lo respeto, pero no lo comparto. Y generalizar no es bueno, así que hablaré desde lo que he visto, lo que he conocido y aquí no sólo entran estos meses, sino todos mis años previos viajando por más de 30 países.

Mi oficina en Pulau Pangkor

Mi oficina en Pulau Pangkor

Son las actitudes, son los gestos. Partiendo de la base que me considero imperfecto y en constante aprendizaje, hay alguna parte del mochilero que olvidó la humildad, la sencillez, las buenas palabras y, sobre todo, la base de mis viajes: conocer y aprender!!

Con hablar inglés no basta, hay que saber sonreir e incluso si se puede aprender algunas palabras en el idioma local.

La ruta del mochilero.

De esto me di cuenta en mis primeros meses de vuelta al mundo: una buena parte de los mochileros se quedan siempre en los mismos sitios, coincidiendo varias veces con otros. Es como un pequeño gueto, una ruta prefijada y de ahí no salen, se fían de las recomendaciones (muy buenas en la mayoría de casos), pero qué hay de innovar, de buscar otros lugares, de hablar con otras personas, de conocer las ciudades paseando, de no sólo ir a lo barato, de salir de la zona de confort.

Los problemas del gueto son los clásicos: impide salir, todos hacen comunidad y no saben muy bien qué pasa afuera. Entrar es fácil: hablar inglés, beber cervezas, llevar chanclas, tener algún producto Apple y salir por la noche; pero salir, ah! esa es otra historia, hay que querer y no todos lo quieren hacer. La vida del gueto es sencilla, casi no hay que pensar, te lo dan casi todo hecho. Siempre hay un cabecilla que organiza planes.

En Da Lat (Vietnam) me quedé en un hostel (súper recomendado por otros mochileros) con 20 personas más y dije que ya era suficiente. Por ahorrarme 4-5€ no mereció la pena tener dos baños para 20 y tener que aguantar determinados comportamientos.

Incluso hay ciudades, sobre todo en el sudeste asiático, donde el nucleo mochilero tiene direcciones concretas, por ejemplo Khao San Road en Bangkok o Pham Ngu Lao en Saigón.

Tras pasear y conocer por ambas zonas, puede decir que no me gusta, aquello es una feria occidental, pero de local no tiene nada, ni siquiera los precios.

Chanclas hasta en la selva.

Esto es un símbolo característico, las chanclas son todo terreno, sirven en verano o invierno. Puedes andar con ellas por las sucias calles de Delhi, por el caos de Saigón o llevarlas a Tikal, para pasear por su selva y sus templos. Un método my seguro y limpio para evitar cortarse o tener los pies sucios todo el día.

En la visita a Tikal, al menos vi 15 jovenes en chanclas, incluso uno se cortó con una rama y le echó la culpa a su guía porque no le había avisado de cómo sería aquello. Pensaría que estaría todo asfaltado y con escaleras mecánicas…

Lo mismo pasa con la indumentaria, hay un elemento que es superior a mí: la camiseta de tirantes, que aplica igual a chico que a chica. Al igual que con las chanclas, es una prenda que no entiende de clima ni de países, vale para todo, incluso para pasear por el Amazonas, como si los mosquitos o los insectos fueran inmunes porque enseñas los brazos.

Partiendo de la idea de que cada uno es libre de hacer lo quiera con su vestimenta, sin embargo no estaría mal un mínimo de sentido común o entender el concepto de código de vestimenta a los lugares que así lo exigen, por ejemplo un templo o una mezquita, independientemente de que te guste más o menos, lo compartas o no. Siempre tendrás la opción de no ir.

No es cuánto, sino dónde.

Suelo decir que cada uno invierte su dinero en lo quiera, pero parece que invertir dinero en la lavandería está sobrevalorado. Son muchos los mochileros, decenas, los que llevan ropa sucia, rota o simplemente indecente, porque la «lavandería es cara», cuando en Asia/Sudamérica no vale más que una cerveza lavar/secar el kg. de ropa. Incluso comprarse ropa vale 2-3€ Ah! pero siempre ha habido prioridades.

Lujo por 10€ en Hanoi

Lujo por 10€ en Hanoi

En cuanto al presupuesto no creo que el mío difiera mucho del resto de «mochileros», simplemente que la distribución económica es diferente, cada uno invertimos en lo que queremos o necesitemos más. Por eso quedarse en una habitación individual y comer bien es posible, pero no todos los días, sino cuando se pueda.

Otro punto común es intentar buscar todo método legal o ilegal para no pagar algo o intentar colarse en algún sitio por el sitio más inhóspito. No creo en el concepto «vale todo».

Lo barato, a veces, sale caro.

Aquí podría poner miles de ejemplos de que la práctica del «puño cerrado» para ahorrar no siempre sale bien. En el transporte o las excursiones es donde más encontraremos casos de estos, no siempre son mejores autobuses de 20h respecto a trenes o aviones sólo por ahorranos algunos euros.

Bus a 1$ entre LA y San Francisco

Bus a 1$ entre LA y San Francisco

Quizás uno de los mejores ejemplos pueda ser Halong Bay en Vietnam, donde las ofertas para hacer la excursión son innumerables, así como los precios y características, por eso las posibilidades de que sea un timo, una estafa o simplemente una pesadilla son amplias. Nadie da duros a cuatro pesetas y excursiones de 2 días por 30€ nunca pueden salir bien, cuando el precio normal es 75-100€. Por eso mismo, en lugares especiales hay que trabajarlos más, hay que buscar, leer, comparar e intentar ir a lo seguro.

La fabulosa Halong Bay

La fabulosa Halong Bay

Acabo de volver de Halong Bay y mi experiencia ha sido fantástica en un crucero de 2 días/1noche, pero claro me tuve que salir de mi presupuesto diario e irme casi a los 65€, pero la recompensa ha sido tan maravillosa que me siento rico de nuevo.

Amigos mochileros.

Y tengo amigos, que les apasiona gran parte de lo que a mí no me gusta. Lo respeto, les encanta quedarse en hostales compartiendo habitación con 20 personas y hablar con decenas de personas al día. Contar la misma historia y ver qué puede surgir de ahí. Cada uno se siente agusto en un terreno, ése no es el mío.

La búsqueda de mi espacio.

Seguiré viajando y me seguiré alojando en hostels (o GH), porque en muchos casos es muy buena opción, seguiré compartiendo habitación (no con 20) y seguiré conociendo personas fantásticas en estos lugares, pero lo iré dosificando y sobre todo no haré la ruta del mochilero. Me quedaré donde me apetezca, donde sienta que mi espacio no es invadido.

Mi habitación cápsula en Singapur

Mi habitación cápsula en Singapur

Compartir habitación no significa compartir tu vida, por eso hay hostales que te ayudan con cortinas personales, espacios comunes amplios o sillas y mesas en la habitación.

La fórmula perfecta no existe, así que mi fórmula es ir alternando habitación individuales (cuando el presupuesto lo permita), hostels, casas particulares (couchsurfing) o incluso habitación dobles/triples si viene alguien a verme. En la combinación de todos ellos está el éxito.

Para algunos mochileros el hecho de no compartir habitación parece ser como un sacrilegio a sus principios.

Reflexión final.

Me apasiona ver tantas personas viajando, muchas de ellas en solitario, pero cada una tiene una forma y sino la tiene, la irá encontrando. La mía no es ser mochilero, sino llevar mochila e intentar descubrir y disfrutar de los lugares al máximo, a mi ritmo y mi estilo. Si en ese camino consigo conocer a alguien, fantástico, pero la soledad en determinados momentos se valora mucho más que estár tomando cervezas en la típica calle turística.

Me gusta tener mi espacio. Me gusta tener mi tiempo, para leer, para escribir, para fotografiar, para caminar, para pensar, para reflexionar. Como bien decía en mi último artículo de 2014, las personas se mueven, los lugares permanecen, pero eso no significa renunciar a ti mismo.

Disfrutando del encanto de Melaka

Disfrutando del encanto de Melaka