El paseo por Miyajima, te hace sentir una paz única. Se respira tranquilidad. Tras unos minutos tomando fotos y vídeos de nuestra estancia, decidimos salir a caminar por la isla. Aún nos quedaba 2 horas hasta la cena, que nos servirían en el salón del Ryokan, y luego a las 23 habíamos reservado en el onsen privado.

Entramos al templo situado detrás del Tori, un bonito sitio, que llega a ser cubierto en su base por la marea. Como eran las 20:00 pudimos ver in-situ el cambio de marea y el agua iba poco a poco cubriendo el enorme Tori.

Tori de Miyajima

Tori de Miyajima

Con un poco de prisa, pudimos caminar por la arena hasta tocarlo y hacer algunas fotos desde abajo. De hecho, en la última foto, el mar empezó a subir, la noche caía y la marea comenzaba a cubrirlo… pero todavía quedaba lo mejor al volver a verlo de noche. Sin embargo, Miyajima es más que un Tori, paseando podemos subir el Monte Minsen (a pie o teléferico), ver otros templos e incluso contemplar una preciosa pagoda.

Pagoda en Miyajima

Pagoda en Miyajima

De vuelta al Ryokan, fuimos a ver la cuchara de arroz para sushi más grande del mundo, una curiosidad más de la Isla. Con algún regalo comprado, nos esperaba una suculenta cena, lo primero que nos preguntamos era: ¿cómo sería la cena japonesa? Pues resulto sencillo, mil y un platos, pequeños, pero sabrosos. Cada uno con alguna peculiaridad, aunque más que contarlo, lo mejor es disfrutarlos.

Cena en Ryokan

Cuando ves todos esos platos, no sabes si serás capaz de tomártelo, pero estás allí, quizás por única vez y hay que aprovecharlo. Finalmente, dimos buena cuenta de ¡todo!

Ya bien alimentados, decidimos dar otro paseo por Miyajima, había que comprobar si la marea había cubierto por completo el Tori. Y vaya que si lo había hecho, tanto que ahora varios barquitos pasaban por debajo suya. Alucinamos, porque hacía una hora, nosotros caminábamos por debajo…

Barco de noche en Miyajima

Barco de noche en Miyajima

Sentarse en uno de los bancos, a la luz de los faroles que iluminan el paseo, es, sencillamente, mágico. Nos sentimos privilegiados y fue de los mejores momentos de todo el viaje. Y aún quedaba volver al ryokan, el onsen nos esperaba.

Nuestro onsen fue privado, no por petición expresa, sino porque en nuestro ryokan eran así, tienen 2 y pueden entrar hasta 4 personas en cada uno. Se trata de una estancia dividida en 2 partes: baño normal y onsen. En la primera estancia, el baño, tienes todo lo necesario para cambiarte: cosas de aseo, toalla, un lavabo, las instrucciones de uso del onsen. Por tanto, con la lección bien aprendida, pasamos a la estancia del onsen, donde lo primero a hacer es ducharse con agua templada (o también puedes mezclar ducha fría y caliente).  Luego hay que meterse en el onsen propiamente dicho, que es una gran bañera llena hasta arriba de agua muy caliente y de estructura de piedras. La primera impresión es “dura”, pero a los 3 minutos, estás allí como pez en el agua, de hecho, tienes hasta un patito de goma para jugar (literal).

Onsen en Miyajima

Estuvimos allí durante 30 minutos, relajados, muy relajados y a las 23:30, nos enfundamos el kimono y salimos, era hora de dormir, nuestra estupendo futón nos esperaba. Por raro que parezca, me sigo reafirmando en que se duerme de maravilla en ellos.

Como era habitual en Japón, amanecimos muy temprano: 7:00. Recogimos y bajamos al desayuno japonés, la otra elección misteriosa. Allí nos esperaban en el salón, muy simpáticas las chicas del ryokan, pero de inglés poco, mucho gesto de amabilidad y a la mesa. Como pasó en la cena, la mesa estaba llena de platos, la única diferencia que está vez no habría tofu, pero te llama la atención tomarte un trozo de salmón a las 7:30 y una ensalada de alubias, como ejemplos.

Desayuno en Miyajima

Desayuno en Miyajima

A decir verdad, la cantidad era mucha, pero es que estaba muy rico, así que, de nuevo, nos lo comimos todo. Finalmente, había sido buena idea coger cena y desayuno japoneses.

Llegó el momento de la despedida, nuestro ferry salía en minutos y teníamos un largo trayecto hacia Tokio, donde terminaríamos nuestro viaje. Te sientes triste cuando dejas Miyajima y ves el Tori desde el ferry como se va alejando poco a poco… la satisfacción que te queda es haber estado y disfrutado de un sitio único. Si a eso unimos todo lo que vivimos en el Ryoso Kawaguchi, podemos decir que fuimos unos privilegiados.

Miyajima, un sitio mágico

Miyajima, un sitio mágico

Hasta aquí el relato de nuestra visita a Miyajima, donde disfrutamos de un auténtico Ryokan con onsen y comida japonesa; es algo caro, pero es un capricho que, si uno puede permitirse, debe hacer. No muchas veces en la vida, podremos disfrutar de un momento así.