Escapadas, Europa

El maravilloso hechizo de Edimburgo

Volver de un viaje y sentirte plenamente satisfecho, esa bella sensación, no sólo para un viajero, sino para alguien que siente tanta pasión en la preparación del mismo. Si a esto unimos que lo realizas con tu padre, se convierte en una de las mejores experiencias que hemos vivido juntos, no recientemente, sino de siempre.
Los preparativos no fueron fáciles, ya que tenía que cuadrar nuestra llegada a Edimburgo, con nuestra vuelta desde Glasgow, incluyendo algún punto intermedio que sirviera de enlace. Finalmente me decidí por Stirling (a mitad de camino entre ambas), con su monumento a William Wallace como lugar estrella y que además llevé con sorpresa hasta unas horas antes a llegar, porque sabía la ilusión que en mi padre despertaría… Las elecciones finales de: 2 días en Edimburgo, 1 día en Stirling y 1 día en Glasgow, fueron todo un acierto.

Edimburgo en blanco y negro
Edimburgo en B/N desde Calton Hill

Llegada a Edimburgo

Todo comenzó un viernes cuando nuestros ‘amigos’ de Ryanair nos tenían preparados un retraso de 30 minutos para darle más emoción al viaje y hacer que el vuelo lleno de loterías, cigarrillos sin humo, productos a bordo, sorteos… fuera aún más divertido. En las 2 primeras horas de vuelo, nos dedicamos a tratar nuestras temas laborales, cosa que dejamos aparcada el resto de viaje, lo que sería una gran noticia… en la siguiente hora, ya empecé con la maquinación de qué haríamos tras llegar: la opción de perder el último Airlink (100) estaba más cerca y además no contaba con el valioso tiempo perdido en la aduana.
Aquí vino la 1ª sorpresa del viaje, el 100 estaba esperándonos, así que tras abonar las 7 libras (3,5 x 2) subimos a la 2ª planta del bus. Tras unos 40 minutos de trayecto estaríamos en nuestro hogar: Palace Residential Lets (PRL), no sin antes haber escuchado hablar en perfecto castellano al conductor, tan perfecto como que era español. Empezamos a sentir que no estaríamos solos en Edimburgo. Hay mucho español en la ciudad.
A la 1:15 am nos bajamos del bus, quedaba buscar el PRL, pero sólo fue cruzar la calle, a 1 minuto de la parada estábamos llamando al buzzer 2 y encontrándonos a Rachel, tan simpática, como cercana, más aún por las horas que eran. Quedamos muy satisfechos tras ver la que sería nuestra estancia durante 3 noches. Era ya hora de descansar, miré el reloj y marcaban las 2:00 am (3:00 en España). Era tarde, pero me fui feliz a dormir, el primer reto se había conseguido: estábamos en Edimburgo.
El sábado amaneció muy pronto, tanto que a las 5:30 am los primeros rayos de sol empezaron a entrar por nuestro enorme ventanal. Aguantamos algo más en la cama, pero a las 8:30 decidimos comenzar nuestra jornada: desayuno, ducha, ropa de abrigo y a la calle.

Primeras impresiones

El primer contacto con Edimburgo fue espectacular, porque el día estaba soleado, sin rastro de nubes y con unos 5-8 grados en el mercurio. Un precioso cielo azul nos acompañó durante todo la jornada. Recorrimos caminando el agradable trayecto que nos separaba de Princess Street (unos 15 minutos) y ahí tuvimos nuestra primera visual del Castillo de Edimburgo, su principal referente. Impresiona verlo presidiendo toda la ciudad. A continuación, sin saber muy bien porqué, nos adentramos en los jardines de Princess Street, donde pudimos ver la primera curiosidad: todos los bancos (de sentarse) de la ciudad tienen nombre, bien en propiedad o en honor de alguien, pero nos asustéis podréis usarlos, al menos mientras no estén sus dueños.
Comenzamos a caminar por el sendero que lleva al castillo, con la suerte de que estaba abierto. Encontrado una alternativa a la empinada Castle Hill, que todo el mundo comentaba como única opción. Si tenéis oportunidad, disfrutad de este recorrido, es precioso, el jardín te atrapa, más aún en primavera y en día soleado.

Jardines de Princess Street
Jardines de Princess Street
Al llegar al Castillo, primeras colas en las taquillas y tras unos 20 minutos conseguimos nuestras entradas. Era las 11:00 y comenzaba nuestro recorrido por este espléndido recinto. Hablar sobre el Castillo de Edimburgo, es hablar del símbolo de los Escoceses y bien que merece la pena, no sólo por sus impresionantes vistas de la ciudad, sino por todas las estancias que lo componen. ¡Qué bien organizan los escoceses las salas! Todo está perfectamente organizad y limpio, se cuidan los pequeños detalles y eso se nota. Se pueden ver las salas de homenaje a los caídos, la sala con las joyas de la corona, las prisiones, etc.

Detalle del Castillo de Edimburgo
Detalle de las estancias del Castillo
Un recinto muy interesante, que lleva un mínimo de 2 horas, pero imprescindible en cualquier agenda. Y como no, a la 13:00 vimos el ‘cañonazo de la 1’, el evento más importante del día y que lleva sucediendo desde hace 150 años, cuando empezó a servir para sincronizar todos los relojes e informar a los navegantes de la hora.
Tras salir del castillo, bajamos por Castle Hill buscando lo que sería nuestra primera comida del viaje, el primer contacto con la gastronomía local (todo un éxito durante todo el viaje). Tras una pequeña búsqueda, decidimos: Garfunkel´s. Fue una buena elección: sopa + ensalada y patata asada con bacón + ensalada, fueron nuestras elecciones. Todo ello regado por 2 pintas de cerveza y por 21 libras, un precio más que asequible, estando en pleno centro de la ciudad.

Sorpresas en la Royal Mile
Sorpresas en la Royal Mile
Tomamos la Royal Mile, no sin antes encontrar varias sorpresas: una boda en St. Giles y una concentración ciclista, estaba claro que Edimburgo quería seguir sorprendiendo. Comezamos a buscar nuestros próximos destinos: ‘The Mound’ y la galería nacional de Escocia. 2 destinos recomendados, sobre todo para después de comer y más aún porque son gratis. Con relax, se puede disfrutar de la historia del banco de Escocia y de buenas obras de arte, todo ello con la tranquilidad de tener estupendos sillones en la galería para poder disfrutar de los cuadros y descansar.

The Mound y el cementerio
The Mound y el cementerio
Como el Sol seguía acompañando, fue un buen momento para tomar un café en los jardines. Nos decidimos por uno de los kioscos que nos encontramos en sus márgenes. Ahí comenzamos a entender que no era tomar café y té caliente, las palabras correctas son té y cafés del infierno, porque eso hierve, no quema y puedes estar 1 hora paseándote con tu vaso, sin miedo a que se enfríe.

La Atenas del Norte

Seguimos caminando, pasando por el monumento a Scott, decidiendo continuar hacia Calton Hill, para poder ver la ciudad desde el lado opuesto al Castillo y tener una panorámica completa. De paso nos encontramos el cementerio y entramos, tristemente sólo descubrimos un lugar desolado y quemado, alguna lápida interesante, pero poco más.
Llegar a Calton Hill es sentirte afortunado por estar en Edimburgo, es ese lugar especial que te muestra el monumento nacional de Escocia y el de Nelson, entre otras cosas. Desde el monumento a Nelson(3 libras) o desde la misma colina tendrás unas vistas fabulosas de la ciudad, donde no podréis dejar de hacer fotos y sabrás porque la llaman ‘Atenas del Norte’. Tras 45 minutos bien invertidos en la colina, decidimos caminar hasta nuestro próximo destino: The Dome, sin duda el bar/restaurante más selecto de Edimburgo.

Making-off del primer día
Making-off del primer día

El espléndido final de jornada

The Dome, es un antiguo banco reconvertido en restaurante y si su aspecto exterior te deja impresionado, su interior te deja fascinado: una enorme cúpula con tonos anaranjados, unos floreros enormes y un ambiente selecto, hace sentirte en otra época. Un gin tonic y una cidder (sidra) fueron nuestras elecciones, lo degustamos con tranquilidad, sin perder detalle de las botellas de champán (de 100, 120 libras) y vino (ninguno baja de las 30 libras) que circulaban por allí con tanta facilidad como vino dulce reparte El Pimpi en Málaga.

Últimos detalles de Edimburgo
Los últimos detalles del día
Seguimos caminando por la ciudad y, poco a poco, el cansancio empezó a aparecer, así que tomamos la buena decisión de cenar en nuestro apartamento, que para eso teníamos una estupenda cocina. Un par de cervezas, un entrecot, arroz, pescado y chocolate, fueron los principales ingredientes de una cena casera familiar, pero con auténtico sabor escocés. Eran las 22:30 cuando empezamos a despedir un día que habíamos exprimido al máximo, dando buena cuenta de las maravillas que Edimburgo ofrece. Todavía quedaba un segundo día en la ciudad, donde tendríamos el auténtico clima escoces: sol, nubes, agua y lluvia, mucha lluvia, y nuevas historias…
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