Nepal te exige, pero también te regala. Y en busca de nuestra recompensa decidimos subir caminando a Sarangkot. Un trekking que, por lo visto y leído, pocos realizan.
La recompensa del trekking es infinita, no sólo por las vistas de Pokhara, el lago Phewa, la pagoda de la paz mundial o su entorno, sino por la sensación de superación, de conseguir un reto que parecía lejano (más aún cuando lo ves arriba todos los días) y que sólo es cuestión de esfuerzo y perseverancia.
Desde Pokhara es una ruta de 6 km. con un desnivel de 750 metros por caminos rurales, piedras, aldeas, rutas de tierra, atravesando un denso bosque que te dejará exhausto. Parapentes, buitres y águilas serán tus acompañantes desde el cielo, ofreciéndote una sensación acogedora a cada paso que das.
Si ya decidís quedaros una noche en Sarangkot para ver el atardecer y el amanecer del día siguiente, entenderéis porqué viajar hasta Nepal ha merecido la pena.
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La ruta hasta Sarangkot a pie.
Al llegar a Pokhara, teníamos claro que ver un amanecer desde Sarangkot era algo imprescindible. Muchas personas optan por subir en taxi muy temprano en la mañana (sobre las 4:30 am), otros por contratar una excursión organizada. Sin embargo, nosotros optamos por la aventura, subir caminando, quedarnos a dormir en Sarangkot, ver el amanecer y regresar caminando a la mañana siguiente.
Iniciamos la ruta entorno a las 10:30 am desde Lakeside, en el centro de Pokhara. Caminamos hasta el final de la calle principal y justo en el punto donde se une el final del paseo marítimo con la carretera, aparece una bifurcación para atravesar la montaña y llegar al sendero que conduce a Sarangkot. Subimos unos escalones y por un camino de tierra, pasamos un bar, una casa de retiro y aparece una bajada hacia unas casas muy humildes.
A la vuelta, descubrimos que seguir la ruta por la carretera es más corto y menos exigente.
Sarangkot se muestra imponente en lo alto de la montaña, pero aparecen varios senderos para seguir, que preguntando a un local resolvemos en continuar recto hasta un cruce donde está señalado “way to Sarangkot”. En los siguientes metros, comienza una leve subida por un camino de piedras que hace sufrir tus pies y te da la bienvenida al trekking. Encontramos casas, algún que otro bar o supermercado, pero pocas personas.
Son casi las 12 am y un Sol de justicia nos acompaña. Pasamos un retiro de yoga y encontramos el único mapa del sendero hacia Sarangkot pintada el lateral del Namaste Café. Indica la ruta a seguir, las bifurcaciones y el tiempo, 1 hora y media de subida, que nosotros completamos en 2 horas y 30 minutos desde ese punto, casi 4 horas en total desde Pokhara.
“Salvando las distancias, la señalización me recordaba a la subida a la colina de Lao Zhai en China, con ese toque auténtico y rústico al mismo tiempo.”
Ponemos ritmo de subida y nos introducimos en el bosque, encontramos los primeros repechos, los escalones de piedra y un zig-zag continuo y exigente que te hace avanzar más lento de lo que parece. Aun así vamos sumando metros, altura y una compañera de viaje, Claire, que seguiremos encontrando durante la ruta y, posteriormente, en el alojamiento. Es una chica estadounidense, de unos 22 años, que está realizando un voluntariado en una empresa de Pokhara. Al verla “sufrir” con la subida, pusimos en contexto nuestro esfuerzo en la subida.
Tras una hora de camino y más de la mitad del mismo, llegamos al primer mirador, que te ofrece unas vistas espectaculares de Pokhara y el lago Phewa. Los parapentes siguen pasando por encima de nuestras cabezas, incluso algunos nos saludan desde las alturas.
Ahora la ruta pasa a ser abierta y llegamos a las primeras poblaciones, donde los caminos de tierra dejan paso a senderos preparados con rocas. Es aquí donde encontramos dos señores con una libreta que nos indican que debemos pagar una tasa para la conservación del camino. Primero pensé en un impuesto revolucionario, pero luego confié en ellos. Acordamos el precio, inscribimos nuestro nombre y seguimos la marcha, además tengo que reconocer que ese tramo era de los mejores en la ruta.
Superado ese camino de piedras, con las reservas de agua al mínimo y con el intenso calor, mi compañera, Inés, sufre una pequeña “pájara”. Estamos cerca y vemos el final, pero el esfuerzo hace presencia. Conseguimos reponer líquidos, comer una barrita energética y avanzamos los últimos 500 metros hasta llegar a Sarangkot.
Son casi las 3 de la tarde y no tenemos alojamiento, pero sí suerte para negociar y encontrar la mejor habitación posible en el “Superview Lodge«. Una amplia terraza con vistas a los Annapurnas y a Pokhara. Un lujo bien merecido, más aún cuando conseguimos unas sopas para comer. Era la primera recompensa tras completar el trekking.
El negocio es familiar, incluyendo un restaurante, y está gestionado por la madre y la hija, que se encargan de todo.
El atardecer tormentoso sobre Sarangkot.
Decidimos descansar unos minutos antes de subir el mirador, desde donde se ve el amanecer y que coincide con el final del pueblo. Sin embargo, al intentar poner un pie en la calle para iniciar la subida, unas nubes negras y un fuerte viento nos indicaron que no era el momento. Regresamos a la habitación y, desde nuestro amplio ventanal, contemplamos la mayor tormenta eléctrica vista en 25 días en Nepal. Un espectáculo de rayos, luces, lluvia, niebla y viento, que no permitía ver a más de 5 metros y que borró Pokhara del mapa durante horas.
Visto que no remitía la tormenta, cenamos en el alojamiento junto a Claire, donde tras una agradable tertulia dimos fin a una jornada. Era momento de descansar y pensar en día siguiente, soñar con que amaneciera despejado y pudiéramos obtener nuestra recompensa: contemplar los Annapurnas con los primeros rayos de Sol.
El amanecer sobre los Annapurnas.
Desde que llegamos a Pokhara, una semana antes, soñábamos con este momento, con subir hasta Sarangkot, dormir allí y despertar en una noche despejada para poder ver el amanecer. Y el momento había llegado. Eran las 4:30 am y llegaba la hora de partir hacia el mirador (más conocido como view point).
Miré por el ventanal y parecía despejado, tanto que Pokhara volvía a aparecer en el mapa, aunque con unas cuantas nubes sobre ella, pero eran más producto de la altura que de nubosidad con lluvia.
Comenzamos la subida y el día despertaba con algunos rayos de luz, aunque el Sol seguía sin aparecer. Eran sólo 5 minutos desde nuestro alojamiento hasta la cima, pero se nos hicieron eternos, queríamos llegar y contemplar si sería posible ver el amanecer. Y lo conseguimos. Apenas eran 10 personas las que habían llegado antes, así que pudimos caminar por el lugar, observar su belleza y elegir el mejor sitio para disfrutar del espectáculo previsto para unos minutos después.
Con los primeros rayos de Sol aparece frente a ti la silueta de una de las cordilleras mágicas del mundo, los Annapurnas, con la montaña sagrada, Macchapucchre, curiosamente la más “pequeña” de todas con 6995 metros, como eje central.
La experiencia de ver el amanecer desde Sarangkot pasó a ser la mejor de todo el viaje a Nepal (aunque luego tuvimos otras al mismo nivel), no sólo por lo que vimos, sino por cómo lo habíamos conseguido.
Poco a poco el lugar se animó de gente, llegadas en taxi, bus o moto, pero allí estábamos nosotros en primera fila, sin prisa, sin nada que nos dijera cuándo irnos o qué hacer, sintiendo la sensación de libertad.
A 1695 metros de altura, te sientes en el cielo, contemplando montañas de más de 7000 metros como si estuvieran a 2000, como si lo lejano pareciera cercano, como si lo difícil se hubiera convertido en fácil. Así dejamos pasar el tiempo sin que nos diéramos cuenta y el Sol comenzó a elevarse dejando ver todo el perfil montañoso.
Un espectáculo grandioso, de los que ver una vez en la vida y que bien merecen un viaje.
El regreso a Pokhara.
Más de dos horas después, rondando las 7 am y sin casi gente en el mirador, decidimos bajar al alojamiento para descansar un rato, desayunar algo y tomar el camino de regreso a Pokhara. De nuevo, lo hicimos a pie, en una jornada de 3 horas que nos dejó en Lakeside agotados, pero felices.
Hasta aquí nuestra aventura desde Pokhara a Sarangkot, una de las mejores del viaje a Nepal y recomendada absolutamente si queréis vivir una experiencia auténtica por vuestra cuenta. No todos los días se ven los Annapurnas al amanecer, os aseguro que no olvidaréis la sensación de estar en el cielo.