Hora Azul en Salzburgo

Hay ciudades que te transmiten desde un primer momento, otras que nunca lo harán, algunas que te dejan indiferente y hay un grupo muy selecto de ciudades que las sientes especiales, diferentes, por detalles, por un momento puntual (o por varios), pero que permanecen en tu recuerdo para siempre.

Así es Salzburgo, que te recibe fría, pero que se va haciendo más cálida a cada minuto que pasa, tanto que, finalmente, no quieres irte, te gustaría estar varios días, recorrerla con tranquilidad, conocer todos sus rincones, e incluso te deja con ese regusto agridulce de que algún día volverás…

Nuestra visita a la ciudad de la sal, nombre en alemán de Salzburgo, transcurrió un día cualquiera de Enero en un clima frío y nublado tras un viaje de 2 horas en coche desde Innsbruck. Sin embargo, ni el terrible tráfico de su centro ni los problemas de aparcamiento, le quitaron ni un ápice de interés a nuestro recorrido por la ciudad natal de uno de los grandes de la música: Wolfang Amadeus Mozart.

El primer lugar para descubrir es Getreidegasse, una preciosa calle, llena de tiendas, la mayoría de lujo, pero que destaca sobre todo por su decoración. Todas las tiendas tienen sus letreros de hierro bien altos y en el exterior, colgando como enormes llaveros. Esta tradición tiene su origen en la Edad Media y surgió como método para que las personas, sobre todo analfabetas, pudieran conocer de forma visual de qué tienda se trataba.

Letreros en Getreidegasse

Letreros en Getreidegasse

En un primer vistazo, la calle del Grano, te deja impresionado, no puedes parar de mirarlos y cada instante, ves que cada letrero supera al anterior. A eso hay que unir que la calle esconde galerías y patios interiores, que a su vez guardan tiendas e incluso casas particulares. Mucho encanto en pocos metros.

Entre una multitud de gente, avanzas por la calle hasta llegar a la Casa Natal de Mozart, que ahora alberga también su museo. En nuestro caso, por falta de tiempo, no pudimos visitarla. Como detalle, reseñar que el edificio contiguo alberga un supermercado, con lo que le quita bastante encanto al lugar, ya que el trasiego de gente con bolsas es constante; pero aún así estar delante de la casa natal de uno de las grandes artistas de la historia siempre es emocionante.

Casa Museo de Mozart en Salzburgo

Casa Museo de Mozart

Hacia la mitad de Getreidegasse, decidimos hacer una parada técnica para comer, así que buscamos el río para llegar a uno de los mejores jardines de la ciudad, Mirabellgarten. Todas las ciudades con río tienen algo especial y Salzburgo no es menos. El río Salzach divide la ciudad en dos: la ciudad antigua, donde comenzamos nuestra visita,  y la ciudad nueva, donde está Mirabellgarten.

Tras cruzar uno de los puentes y caminar entre sus calles empedradas llegamos al bello jardín de Mirabell, donde su carácter monumental, su decoración,  su buen cuidado y sus bonitas vistas hacia el castillo de Hohensalzburg lo hace un sitio ideal para un receso antes de afrontar el resto del día.

Caminando entre edificios monumentales volvimos hacia la parte antigua de la ciudad, no sin antes hacer varias paradas en algunos de los puentes que cruzan Salzburgo. Esto se convierte en una parada obligada. La brisa marina y el paisaje hacen el resto.

Vistas desde el río Salzach

Vistas desde el río Salzach

Nuestro siguiente destino fue el Alter Markt, un mercadillo encerrado entre edificios monumentales y que nos da la salida de Getreidegasse. Aquí podremos comprar todos los tipos de souvenirs o chocolates que se nos ocurran. Es la antesala a la Catedral de Salzburgo, otra de las visitas obligadas de la ciudad. Saliendo del mercado, entre sobrios edificios de la Universidad de Salzburgo llegamos a la Resident Platz, donde se sitúan algunos de los edificios más exclusivos de la ciudad: la nueva residencia, la antigua residencia, la residencia arzobispal y la catedral, hacia donde nos dirigimos.

La Catedral de Salzburgo, es una impresionante construcción barroca del siglo XVII, diseñada siguiendo la estética italiana. En todo el edificio se nota, claramente, el paso del tiempo y en su fachada principal se aprecian los efectos de la II Guerra Mundial, de hecho acercándose se ven diferentes tonalidades e incluso inscripciones del siglo XX. Para darle un toque clásico, varios carruajes de caballos están en sus alrededores esperando para turistas que quieran conocer Salzburgo de una forma clásica.

Interior de la Catedral de Salzburgo

Interior de la Catedral de Salzburgo

En su interior la catedral es oscura, apenas una tenue luz nos permite contemplar su decoración. Como curiosidad destacamos que está dedicada al santo Ruperto de Salzburgo, fundador de la ciudad.

Estamos en el punto más céntrico de la ciudad, pero todavía nos quedaba subir a otro de los puntos de referencia de Salzburgo y desde donde se obtienen las mejores vistas de la ciudad: el castillo de Hohensalzburg.

Es en uno de los laterales de la Catedral, Kapitelplatz, y justo antes de tomar el camino que conduce el castillo, Festungasse, donde encontramos uno de mis lugares preferidos de Salzburgo, en concreto una escultura de un hombre subido a una esfera dorada. Todo ello rodeado entre las torres de la Catedral y bajo la atenta vigilancia del castillo-fortaleza, la más grande y mejor conservada en Europa, con permiso del impresionante Castillo de Edimburgo.

El mundo de Salzburgo

El mundo de Salzburgo

Empezaba a atardecer, así que tomamos el camino hacia Hohensalzburg, adonde podemos subir en funicular o a pie. Como en otras ocasiones, recomiendo subida y bajada a pie, sobre todo por la posibilidad de parar en cualquier punto de las escaleras a contemplar la ciudad o hacer fotos.

Tras la subida nos encontramos con que quedaban apenas 10 minutos para cerrar el castillo, por lo que no entramos y decidimos quedarnos a contemplar el atardecer, hora azul incluida, desde unas rocas que había en la entrada a la fortaleza. La elección no pudo ser mejor, fue precioso contemplar toda la ciudad empezando a iluminarse hasta desaparecer la luz natural y dejar paso a una tarde-noche, que todavía guardaba muchas sorpresas en Salzburgo.

Vistas de Salzburgo al atardecer

Vistas de Salzburgo al atardecer

Bajamos de nuevo por Festungasse  y nos dejamos perder por sus preciosas callejuelas hasta llegar a Judengasse, donde nos encontramos varias de las tiendas de decoración más curiosas. La que más nos gusto fue una dedicada a la figura del perro, dedicándole esculturas o curiosos cuadros.

Cuadros de perros en Salzburgo

Cuadros de perros en Salzburgo

No es ningún mal plan caminar sin rumbo por el centro antiguo de Salzburgo, es más sería una recomendación, seguro que encontraréis muchas curiosidades. La ciudad esconde mucho.

El día lo concluimos con la visita a uno de los templos de la cerveza en Austria: la Augustiner Brau, algo así como Hofbraeuhaus en Munich, aunque con algunas peculiaridades. Aquí la jarra de cerveza (1/2 litro o 1 litro) la coges tú mismo, la lavas en una fuente que hay antes de servirte, pagas en una caja y te sirven la cerveza a la velocidad más rápido que jamás haya visto.

La Augustiner Brau tiene el encanto especial de ser un antiguo monasterio de los agustinos, por lo que al entrar retrocederás cientos de años y llegarás a estancias con arcos y enormes techos. La tradición dicta de sentarse en una de las enormes mesas alargadas a disfrutar de tu cerveza, de elaboración propia y deliciosa. En el interior del complejo puedes comprar casi cualquier alimento, desde algo para picar hasta hamburguesas, son pequeños puestos situados en el pasillo que te da acceso a las salas.

Auguftiner Brau en Salzburgo

Auguftiner Brau

Ya con nuestras cervezas y sentados en una gran mesa, descubrimos las 2 tradiciones más auténticas del lugar: comer rábano (cortado en láminas muy finas) y esnifar tabaco, que se vende allí mismo. Recomendaría las dos experiencias por el hecho de probarlas, aunque el ninguna de las dos nos gustó, pero es faltar a una de las tradiciones más actuales en Augustiner. Seguro que hay austríacos dispuestos a invitaros a probarlo, en nuestro caso fueron varias personas y sólo por la diversión que genera ver las caras del que lo prueba merece la pena.

2 ó 3 cervezas más tarde llegaba el triste momento de volver a Innsbruck. Eran las 21:00 y el día había pasado volando. Caminamos acompañados de la brisa del río, sintiendo que nuestro tiempo allí se acababa, pero que a la vez no había hecho más que empezar. Salzburgo es una ciudad para volver, para seguir conociéndola en profundidad y sólo el hecho de descubrir Augustiner Brau y ver otro atardecer desde su fortaleza hace que sea destino obligado en cualquier visita a Austria. Una ciudad especial, donde el tiempo tiene otro valor, Salzburgo es un refugio del tiempo.