Un regreso al pasado, al medievo del siglo XIV, caminando entre adoquines, por estrechas calles entre luces tenues, contemplando imponentes iglesias o bellos edificios. Una lección de historia. Una ciudad para pasear, para navegar entre sus canales, donde cada lugar esconde un secreto o un detalle, un sitio para dejarse perder, para disfrutar su intensa vida cultural, su vibrante ritmo de fin de semana, para ver sus puentes como ventanas a los dos ríos, Lys y Escalda, que la alimentan.
Un paraíso para los amantes del chocolate y la cerveza, un refugio para enamorados.
Hablamos de Gante, capital de la provincial de Flandes Oriental, en la zona flamenca de Bélgica, donde sus habitantes suelen hablar holandés, francés e inglés, entienden alemán y algunos practican el castellano. La etimología dice que su nombre viene de la palabra celta ganda, convergencia, y no puede ser mejor elegida para definir a una ciudad.
Dando honor a su etimología, nuestro recorrido por la ciudad une historia, cultura y gastronomía, obteniendo un día completo, con apenas unas gotas de lluvia y con Sol pese a ser otoño. Nuestra elección de alojamiento en pleno corazón de la ciudad, Donkersteeg, es todo un acierto, por lo que comenzamos nuestra ruta desde allí hacia la Catedral de San Bavón, no sin antes disfrutar del precioso entorno que rodea la iglesia de San Nicolás, el campanario y el pabellón municipal (Stadshal), donde muchos niños realizan decenas de actividades. Se nota el ritmo cultural de Gante en fin de semana.
La estampa de la ciudad desde aquí es preciosa, observando las 3 torres medievales (San Nicolás, la catedral y el campanario) que presiden el casco antiguo. El repique continuo de las campanas de las iglesias colindantes y del imponente campanario de Gante, que data de 1380, nos recuerdan a tiempos más antiguos. Alzando la vista hacia la torre del campanario, de 91 metros, podemos contemplar un dragón dorado, que fue colocado para proteger la ciudad y traído desde Brujas en 1377. Junto al campanario se sitúa la lonja de paños (1425), el mercado de tejidos que hizo a la ciudad rica en la Edad Media.
Nuestra primera visita nos lleva a la Catedral de San Bavón, que me sorprende por sus dimensiones y su riqueza artística (inicialmente fue una sencilla iglesia y se fue ampliando hasta convertirse en 1559 en Catedral). Caminando por su interior se observa la importancia que tuvo Gante hace unos siglos y las amplias vidrieras le aportan ese punto de color como contrapunto a la sobriedad de sus obras de arte y las diferentes capillas que la componen. Además, su cripta bien merece unos minutos.
En su interior, y previo pago, podemos encontrar el retablo de la Adoración del Cordero Místico, conocido también como Políptico de Gante, obra de Hubert y Jan van Eyck.
Tras la catedral, visitamos la iglesia de san Nicolás, mucho más interesante en su exterior que en el interior, demasiado sobrio y sin nada demasiado reseñable. Seguimos caminando, cruzando el puente de san Miguel hasta la iglesia del mismo nombre. Visitarla no fue posible, porque está en reformas y tiene unos horarios muy estrictos, así que callejeamos hasta llegar al río Lys y paseamos entre sus canales. El tránsito de pequeños barcos es continuo, desde tours organizados a barcos privados.
Continuamos por Vleeshuistragel hasta llegar a Gravensteen, el Castillo de los Condes, desde donde se obtienen bonitas vistas de la ciudad, aunque lo más destacado es su amplia colección de instrumentos de tortura. Me parecieron excesivos los 10€ de entrada, por lo que no entramos, así que nos dirigimos hacia la primera parada gastronómica del día.
Inicialmente (año 879) el castillo fue construido como defensa de los normandos, pero fue ampliado sucesivamente en los siglos IX, XI y XII, sustituyendo la madera por la piedra. El castillo tal y como lo conocemos hoy fue construido por Felipe de Alsacia, a mitad del siglo XII.
Junto a la ribera del rio Lys encontramos el Het Waterhuis aan de Bierkant, algo así como ”la casa del agua al lado de la cerveza”, que nos ofrece una amplia selección de cervezas, principalmente belgas. Nos ubicamos en la terraza y desde ahí las vistas de la ciudad son fantásticas. La única pena son las obras que invaden parte del centro y que incluso llegan hasta aquí. Ahí disfrutamos de un par de cervezas belgas de alta graduación (unos 11 grados), que con algo de picar, nos permiten reemprender la marcha.
Antes de seguir con la ruta decidimos hacer una parada técnica en otro sitio de referencia: Dreupelkot, situado justo debajo de la terraza donde estábamos. Un lugar emblemático y de referencia en Gante, con más de 200 tipos de ginebra belga, servidos en chupitos (simples o dobles). Su propietario, Pol, te atenderá con el mismo entusiasmo que lleva haciendo años, en su pequeño y curioso bar, donde por la noche te quedarás pegado al suelo…
No te puedes ir de Gante sin ir a Dreupelkot y menos aún sin probar su mítico y delicioso chupito de Vainilla: Vanillejenever.
Nuestro próximo destino está en la otra orilla del río, por lo que cruzamos por Kleine Vismarkt, compramos unas patatas fritas, otra especialidad típica de Bélgica, y nos dejamos perder entre las coquetas calles de la zona de Patesol. Aquí encontramos decenas de restaurantes y bares, poco animado a media tarde, pero que va cogiendo ambiente por la noche, siendo una de las zonas más de moda de la ciudad.
Tras caminar tranquilamente por Patesol buscamos Vrijdagmarkt, una de las plazas más bonitas de la ciudad. Aquí se sitúa nuestra siguiente parada: Dulle Griet. Una cervecería con más de 350 variedades, pero famosa por su cerveza de 1,2 litros, llamada kwak o max y que te obligará a dejar un zapato como fianza, que te devuelven al pagar y retornar el vaso. Así que nos dejamos llevar por la tradición y ordenamos 4 max, por lo que tuvimos que dejar 4 zapatos, un momento divertido para compartir con los amigos. Además, hay que reconocerlo, la cerveza está muy buena.
Reemprendemos el paso por las calles aledañas a Vrijdagmarkt hasta que llegamos a la zona más comercial de la ciudad, los alrededores de Langemunt, donde se sitúan todas las marcas comerciales. Al final de la calle llegamos a Groentenmarkt, donde compramos otra de las delicias de la ciudad: el Cuberdon, un dulce con forma de cono hecho de goma arábica con color morado. Delicioso. Lo encontraréis en numerosas tiendas, pero lo mejor es comprarlo en los carros que hay en la plaza.
La mejor tienda de chocolate de Gante, Cédric Van Hoorebeke, está en la calle Jan Breydelstraat 1. Eso sí, la calidad hay que pagarla y los 250 gramos rondan los 12€.
Para acompañar los Cuberdon, entramos en otro de los lugares de referencia de Gante. El ´t Galgenguis, un bar pequeño, situado en la esquina de la plaza, pero que esconde un amplio salón en la parte baja. Aquí puedes disfrutar de 4-5 cervezas de grifo, destacando la de cereza.
Ya la noche comenzaba a aparecer, por lo que paseamos por Korenmarkt en busca de un sitio donde cenar. Tras las diversas cervezas, necesitábamos alimentarnos bien y buscando por la zona encontramos nuestro lugar: Argenvivo, un restaurante argentino, donde nos dimos un buen homenaje de parrillada y vino por unos 30 euros; además nos hicieron sentir como en casa hablando en la lengua de Cervantes, muy recomendable.
Frente al Argenvivo, se sitúa la marisquería Georges IV, donde cenamos la noche siguiente. Regentado por una pareja encantadora (propietarios de la casa donde nos alojamos), sirven los mejores mejillones y ostras de la ciudad. Un pequeño lujo, ideal para la última noche en Gante.
Para poner el broche a la jornada decidimos regresar a Dreupelkot, donde había mucho más ambiente que en la sesión vespertina, incluso el suelo comenzaba a dejarte los zapatos pegados, motivado por las gotas derramadas de los cientos de chupitos servidos hasta arriba. Esta vez probamos con otro de la casa, uno de cereza, bastante fuerte; otro recomendado: ginebra, mora y limón; para terminar, con la estrella de la casa, el de vainilla.
Tras un breve paseo, disfrutando de la bonita noche, entre sus cálidas luces, decidimos regresar a casa a descansar. Y entre adoquines, iglesias, ginebras, dulces y cervezas, cerramos la jornada en Gante, aunque nos quedaría otra mañana que aprovechamos para seguir paseando, comprando chocolate y algunos regalos. Al día siguiente visitamos Brujas, otra joya de Flandes, pero eso es otra historia.