La construcción de un monumento religioso en Río de Janeiro fue sugerido por primera vez en 1859 cuando el sacerdote Pedro María Boss le pidió financiamiento a la Princesa Isabel de Brasil para construir un monumento religioso.  La princesa no prestó mucha atención y la idea fue totalmente descartada cuando Brasil se convirtió en república en 1889, separando por ley a la Iglesia y el Estado.

En 1921, cuando se acercaba la conmemoración del centenario de la independencia de Brasil (7 de septiembre de 1822), la Arquidiócesis de Río de Janeiro propuso nuevamente la idea de una gran estatua en el cerro, no sin antes una gran discusión sobre en cuál monte debería ir situado: si el Pan de Azúcar o el Corcovado. Finalmente se eligió éste último por su mayor altura. La Arquidiócesis organizó un evento llamado Semana do Monumento para recolectar donaciones. Algunos de los diseños considerados para la estatua tenían a un Cristo con un globo terráqueo en las manos y un Cristo crucificado. Fue escogido el Cristo Redentor con los brazos abiertos.

 Cristo Redentor

Con los esquemas del ingeniero Heitor Da Silva Costa, y la financiación de todos los brasileños, en 1922 se colocó la primera piedra. Carlos Oswald aportó sus diseños, y la imagen es obra del francés Paul Maximilien Landowski.  Su construcción tardó 5 años, en los cuales se utilizó el tren de Corcovado como único modo de llevar las grandes piezas de ésta estatua hasta el lugar. Así fue como en 1926 se iniciaron las obras y luego se terminó en 1931.

Su inauguración, al fin, se produjo el 12 de Octubre de 1.931, después de aproximadamente cinco años de obras. En la ceremonia de inauguración estaba previsto que la iluminación del monumento fuera accionada desde la ciudad italiana de Nápoles,  donde el científico italiano Guillermo Marconi emitiría una señal eléctrica que sería retransmitida por una antena situada en el barrio carioca de Jacarepaguá, vía una estación receptora localizada en Dorchester, Inglaterra.  Sin embargo, el mal tiempo imposibilitó la hazaña y la iluminación fue finalmente accionada directamente desde el local.

La construcción de hormigón armado, de más de 1.000 toneladas, combina ingeniería, arquitectura y escultura, y tiene entre sus logros el hecho de que nadie muriera en accidente durante las obras, algo que no era normal en la época y con proyectos de esa dimensión. Por las condiciones de construcción, sobre una base en la que casi no cabía el andamio, con fuertes vientos, y la estructura de la estatua, cuyos brazos se extienden hacia el vacío y la cabeza queda inclinada en un desafío a la ingeniería.

Para el revestimiento de la obra varios materiales fueron estudiados para finalmente elegir la “piedra- jabón”. Si bien es un material débil, que incluso puede ser rayado con las uñas es extremadamente resistente al paso del tiempo, no se deforma,  ni se raja con las variaciones de temperatura.

Cabeza de Cristo Redentor

Su iluminación, de color gris verdosa, intentó cambiarse a azul hace unos años, pero fueron tales las lluvias torrenciales  que se produjeron durante su inauguración, que tuvo que ser aplazada, y por superstición, se pensó que el Cristo se negaba a que lo cambiaran.

Por otro lado, en el año 2.000, y durante un periodo de fuertes recortes eléctricos, el Cristo redentor fue el único que no sufrió ninguna restricción lumínica, permaneciendo iluminado en todo momento. El sistema de iluminación fue sustituido dos veces: en 1932 y en 2000. Restaurado en 1980, con motivo de la visita del papa Juan Pablo II, y nuevamente en 1990.

En 2003 fue inaugurado un sistema de escaleras mecánicas para facilitar el acceso a la plataforma donde se eleva la estatua. Desde el 12 de octubre de 2003 se puede realizar matrimonios, bautizos y celebraciones ecuménicos católicos, haciendo uso de su capilla de Nuestra Señora de Aparecida en la base del Cristo. En el 2006 el lugar donde está El Cristo Redentor fue declarado santuario.