Tan cerca, tan lejos. Siempre había asociado Marruecos con ese pensamiento. Lugares que no te atraen, pero que necesitas visitar para poder formar bien tu opinión sobre ellos. Hemos recorrido el norte del país de forma circular, visitando Tanger Med, Fnideq, Tetuán, Martil, Azla, Cabo Negro, ChefChaouen, Akchour, Larache y Asilah. Todo ello en coche y por cuenta propia, como mejor se ven los sitios. Ahora ya puedo expresar mis opiniones, mis reflexiones.
Lo primero es reflexionar sobre las enormes diferencias entre lugares del mismo país, simplemente por una ubicación geográfica o un contexto cultural/histórico. Así hemos encontrado las ciudades de la costa atlántica (Asilah), más limpias y organizadas que las de costa mediterránea (Tetúan), más tranquilas y agradables las ciudades interiores (Chefchaouen) que ciudades importantes (Tetúan) y, evidentemente, más bonitas, ciudades pequeñas (Asilah y Chefchaouen) que grandes ciudades (Tetuán). Con esto parece evidente que hay una ciudad que pierde en todas las comparaciones, Tetuán, sin embargo gana en una cosa fundamental: el componente sentimental. Y es que aquí nació mi padre, trabajó mi abuelo y vivieron mis tíos y abuela. Nada más y nada menos.
Otra reflexión va entorno la cantidad de imágenes que te proporciona el país, lleno de contrastes, con muchas luces y sombras, que parece anclado, pero que avanza, quizás a una velocidad más rápida de lo que imaginamos, porque su costa mediterránea poco tiene que envidiar a la nuestra y el volumen de casas y resorts de lujo está invadiéndolo todo. Muchos kilómetros de carril bici, un extraordinario y amplio paseo marítimo, buena iluminación, amplias playas, variada oferta gastronómica; el trayecto de Fnideq a Tetuán, paralelos al mar, te demuestra que Marruecos avanza (y mucho).
Y llegamos al gris, un gris plomizo que inunda las vidas de los habitantes de Tetuán, pocas sonrisas se ofrecen por la calle, no digamos fórmulas de cariño, obviadas y atadas por algo superior. Y la ciudad tiene cosas que ofrecer, porque las personas son amables, la gastronomía buena y tiene un conjunto histórico (Medina), que bien cuidado daría mucho que hablar, pero se obvia y la suciedad invade casi todas sus callejuelas. Una pena. Y claro, con esas condiciones, la picaresca hace aparición. En definitiva, no me pareció una ciudad agradable para el viajero y menos aún para vivir, aunque sí curiosa de visitar durante unas horas.
Lo bueno que tiene vivir un par de días en gris, es que cualquier nota de color te hace resaltar, pero si además le unimos colores brillantes, mucha agua y un carácter amable y extrovertido llegamos un lugar: Chefchaouen, donde tus prejuicios sobre Marruecos desaparecerán. Sí, estás allí, pero es otra historia.
De hecho, comenzamos a ver turistas, gente con cámara al hombro, chicas paseando solas, grupos de amigos divirtiéndose, pero sobre todo, volvimos a ver las sonrisas, niños corriendo por las calles y luz, mucha luz. No dudéis en incluirlo en vuestro itinerario, es un lugar con mucho encanto, donde el color azul predomina en sus casas y el blanco entre sus gentes.
Y llegamos al lugar perfecto para la última reflexión, Asilah, donde la tranquilidad se hace presente y el blanco se entremezcla con la luz de la ciudad. Con unas estupendas playas, una medina impecable (de limpieza y cuidados), con una puesta de sol maravillosa y unas personas muy cálidas, pero es que además tiene un extra: Casa García, el mejor restaurante de la ciudad, un lugar donde poder beber cerveza, vinos y tomarte los mejores pescados y mariscos de la zona.
En definitiva, el sitio perfecto para un buen homenaje gastronómico y cerrar con broche de oro (y cerveza Casablanca) un viaje fabuloso por Marruecos.