No es un simple puente, aunque pueda parecerlo, es el símbolo de una ciudad, con un color anarajando, que parece oxidado, pero es decorativo y conocido como naranja internacional. Con unas dimensiones sobre el papel que impresionan y que te abruman en persona. Hablamos de 1.970 metros de estructura colgante, 227 metros de altura y más de 2,5 Km. en total.
Lo crucé hasta en 4 ocasiones, en ambos sentidos, de día y de noche, con Sol y con niebla; con viento y con frío. Nunca era igual, incluso sientes como se mueve más o menos según el momento. Escuchas el sonido grave de las sirenas en días de intensa niebla para avisar a los barcos. No ves más allá de 5 metros, no sabes si hay más puente, pero sí que lo hay y es que el Golden Gate es mucho más que un puente, es un recuerdo que te invade cada vez que piensas en San Francisco, que no es un simple ciudad estadounidense, es la ciudad.
Según los últimos informes, San Francisco es la segunda ciudad en EEUU en calidad de vida, sólo superada por Honolulú (Hawai).
San Francisco tiene algo único, mezcla de ese aire europeo informal entre tanto tópico americano. Es una ciudad para caminar y caminable, para conocer desde su bahía, desde sus tranvías, desde sus barrios, desde sus calles empinadas, desde su muelle.
Sin embargo, lo que recomiendo es empezar conociéndola desde las alturas y no veo mejor sitio donde hacerlo que desde las Twin Peaks. Se trata del segundo punto más alto de la ciudad, con sus 275 metros (norte) y 277 metros (sur), que os permitirá tener una vista privilegiada de la ciudad, entender su cuadrícula, contemplar sus puentes e impresionarte por sus dimensiones. Llegué a primera hora de la mañana un frío y nublado día de diciembre y no había nadie, toda la ciudad bajo mi mirada.
Para llegar a Twin Peaks se puede emplear transporte público, pero recomiendo hacer el trayecto a pie, que sin ser muy exigente, requiere de una buena condición física, sobre todo en la última parte. A cambio, tendremos un bonito camino entre casas residenciales, curvas en espiral y una gran recompensa final.
Caminé decenas de kilómetros en mis largos paseos por la ciudad y entendí que no es sólo el Golden Gate y las Twin Peaks, es mucho más. El barrio de Chinatown es una auténtica China en miniatura, con sus tiendas, farolillos, letreros y ambiente asiático. El distrito financiero es la parte más comercial, donde viven principalmente personas de raza blanca, clase alta y acomodada.
En la zona del Civic Center, grandes avenidas dejan paso a sobrios y elegantes edificios, como el ayuntamiento, con la quinta cúpula más grande del mundo.
La demografía de la ciudad es curiosa y diferente a lo que podía esperarse: un 45% de la población son blancos no hispanos, los asiáticos representan un 31%, los hispanos un 14%, dejando el menor índice, entorno al 7% de la población, a los afroamericanos. La cara «b» la representa el gran porcentaje de personas sin hogar, cosa que te percatas a poco que te alejes del centro de la ciudad.
San Francisco tiene cosas únicas, esas calles empinadas que hemos visto tantas veces en la televisión, son reales e intensas, siendo en ocasiones verdaderos retos para el caminante. Lo mejor en esos casos es sentir la emoción de subir al tranvía y dejarse llevar… pero si queremos hablar de calles empinadas en San Francisco todo confluye en un nombre: Lombard Street.
40 grados de inclinación en un pequeño zig-zag, que parece diseñado por un niño travieso y donde el intenso tráfico de coches y gente, lo hace una gran atracción turística.
Y no sólo hay un puente en la ciudad, sino que en el otro extremo se sitúa otro mayor de dimensiones, pero menor en fama. El puente de la bahía con más de 7 kilómetros de longitud es la plataforma de acero más larga del mundo y que une la ciudad con la ribera este de la bahía. Verlo desde el embarcadero al atardecer está más que recomendado y no puede competir en belleza con el Golden Gate, pero sí te impresiona porque se pierde en el horizonte…
Otro de las cosas más destacadas de la ciudad es la arquitectura, desde edificios modernos como la Pirámide Transamérica, el rascacielos más alto de San Francisco, hasta lugares más clásicos, como las Painted Ladies, casas de estilo victoriano y eduardiano pintadas en varios colores para resaltar sus detalles. Están situadas cerca de la plaza Álamo, un coqueto parque, y bien merecen una visita.
Para terminar, volvamos al Golden Gate, donde al anochecer tenemos la oportunidad de contemplar una estructura bellísima. Un paraíso para los buenos fotógrafos, una buena oportunidad para los aficionados, como es mi caso. Estuve 2 tardes-noches en ambas orillas buscando la mejor escena, disfrutando del lugar, pero tratando de transportar la magia del lugar a una fotografía, porque es un lugar que transmite mucho más que una simple imagen, tiene sonidos, tiene intensidad, tiene colores, tiene luces… lo tiene todo para considerarse una maravilla arquitectónica.
Sin embargo, mi momento en la ciudad fue cuando me trasladé en ferry hacia Sausalito, para hacer un recorrido a pie, cuando lo habitual es hacerlo a bicicleta; para hacerlo al atardecer, cuando lo habitual es hacerlo a media mañana; cuando lo habitual es hacerlo de la ciudad hacia Sausalito y no de forma inversa. Estuve caminando, con noche cerrada, por terrenos donde mi mapa me decía que no había nada, con un intenso viento soplando, sin nadie, caminando por el arcén de una solitaria carretera en busca de un sólo objetivo: el Golden Gate. No veía luces de ciudad, pero si escuchaba a lo lejos el sonido de aviso del puente, sabía que no podía estar lejos… pero no veía el final. La noche cerrada llegaba y caminé más de 1 hora hasta llegar al Vista Point, el mirador por excelencia del puente.
La recompensa fue un puente entre tinieblas, sin posibilidad alguna de hacer fotos, así que me adentré por la zona peatonal, con algo de cansancio, pero sintiendo que de nuevo había creado una aventura de la nada. De algo clásico había creado algo excepcional.
El Golden Gate emana luz incluso en las noches más cerradas.
Nunca imaginé caminar en solitario de noche por el Golden Gate… a cambio cuando llegue al otro extremo, la niebla dio una tregua y pude hacer algunas de las mejores fotos del viaje.
San Francisco es mucho más que dos grandes puentes, tranvías, calles empinadas, edificios modernos y clásicos, hablamos de mi gran ciudad preferida de la vuelta al mundo. Un lugar para caminar hasta perderse.