Detalle de la fachada del palacio de Catalina

Amanecimos pronto dispuestos a revivir la historia, a contemplar por nuestros propios ojos el Salón de Ámbar. Esa apasionante estancia que Matilde Asensi me había hecho ver y sentir a través de su fantástico libro.

El salón forma parte del Palacio de Catalina,  la residencia de verano de los zares de Rusia, ubicada 25 km. al sureste de San Petersburgo. Su nombre viene dado por  Catalina I de Rusia, quien mandó construirlo en 1717.

Para llegar hasta el Palacio de Catalina se debe llegar hasta la estación de Moskovskaya, situada junto a la gran plaza del mismo nombre. Fácilmente identificable  por una gran estatua de Lenin que preside la plaza. Impresiona verlo señalando y mandando.

Lenin en la plaza de Moskovskaya

Lenin en la plaza de Moskovskaya

Justo a la espalda de Lenin se sitúan los autobuses que llevan hasta el Palacio de Catalina. Los identificaremos por el letrero Tsarskoe Selo, que es el nombre oficial del Palacio de Catalina. Inicialmente llevaba apuntado que eran los autobuses número 286, 287, 545 o 299, pero fue más fácil que todo eso. Varias personas, conductores incluidos, nos avisarán de que su destino es el Palacio.

La ruta en autobús es de unos 45 minutos y, a pesar de todo lo que podáis leer, se puede llegar y hacer la visita por vuestra cuenta. No hace falta contratar ningún tour organizado, lo único a tener cuenta es que los horarios de visitantes individuales y de grupos son diferentes.

Horario para visitas individuales: 12.00-14.00 y 16.00-18.00. Precio: 350 rublos.

Horario de los jardines: 7:00 – 21:00. Precio: 100 rublos

Jardines del Palacio de Catalina

Jardines del Palacio de Catalina

Lo ideal es llegar sobre las 11 para ver los jardines con tranquilidad y hacer cola para la entrada de la ruta “Route 1 – Golden Enfilade”, que es la ruta que nos permitirá ver el salón de ámbar.

Para ampliar información y comprobar las últimas actualizaciones lo mejor es visitar la completa y vistosa página web del Palacio de Catalina: http://eng.tzar.ru/

Las primeras imágenes de los jardines del palacio te dejan impresionado, un enorme lago y árboles centenarios te acompañan durante tu entrada al recinto. No faltan detalles, incluso hay góndolas en el lago para dar un agradable paseo.

Gondola en los jardines del Palacio de Catalina

Góndola en los jardines del Palacio de Catalina

La enorme y llamativa fachada (azul, blanco y dorado) nos permite tener la primera toma de contacto con el lujo del Palacio de Catalina. Se dice que se emplearon más de 100 kilos de oro para dorar la fachada y numerosas estatuas sobre el tejado. En los jardines de enfrente, todo tiene un cuidado impecable.

Fachada del Palacio de Catalina

Fachada del Palacio de Catalina

Una enorme cola nos indicaba cuál era el lugar de entrada. Esperamos unos 45 minutos, bajo un intenso Sol y entramos sobre las 13:00 al rellano donde se encuentra la cafetería, las taquillas, los servicios y algunas tiendas. Era el momento para elegir la ruta y comenzar la visita.

Elegimos la Ruta 1 y entramos en la residencia de verano de Catalina.

Catalina I de Rusia en su Palacio

Catalina I de Rusia en su Palacio

La visita se realiza en grupos y no nos permite parar demasiado tiempo en cada estancia. Se puede fotografiar en el interior, excepto en el salón de ámbar. El dorado, el oro y el blanco, presiden casi todas estancias, vajillas brillantes, frescos en las paredes, amplios salones, todo es lujo. Caminamos por todas las estancias, pero todos buscábamos un lugar: el salón de ámbar.

Comedor del Palacio de Catalina

Comedor del Palacio de Catalina

Llevaba mucho tiempo soñando con llegar allí y al fin llegamos al salón, brillante y emocionante, ya que fue desmontado piedra a piedra por los alemanes durante el saqueo al que fue sometido el palacio en la segunda guerra mundial. Posteriormente, la trasladaron al castillo de Königsberg, donde se perdió su rastro. Lo que vemos ahora es una reconstrucción de 2003. Y, ¿por qué era tan especial el ámbar? Básicamente, porque su precio era doce veces superior al del oro. Me quedé unos minutos reviviendo la historia, tuvo que ser apasionante, tanto la construcción como el saqueo detalle a detalle.

La visita se finaliza por la parte inferior del palacio, flanqueado por las espectaculares imágenes del saqueo, incendio y posterior reconstrucción de las estancias, detalle a detalle. Recordar esas historias de la Alemania nazi sigue siendo espeluznante y es que no hace tanto de aquello, es triste historia reciente.

Llegaba el momento de disfrutar de los jardines, otro espectáculo de la naturaleza, lleno de detalles: casas, puentes, flores… No llegan al nivel de Peterhof, pero si merecen la visita.

Detalle de los jardines de Catalina

Detalle de los jardines de Catalina

Tras 4 horas llegaba el momento de volver hacia San Petersburgo. Tomamos el mismo autobús que a la ida, cuya parada se situaba frente a la puerta del palacio. Comimos algo rápido en Moskovskaya y nos dirigimos hacia la magnífica fortaleza de San Pedro y San Pablo (Metro: “Gorkovskaya” y “Sportivnaya”).

Vistas desde la fortaleza de San Pedro y San Pablo

Vistas desde la fortaleza de San Pedro y San Pablo

La fortaleza que contempla San Petersburgo

La fortaleza fue mandada construir por Pedro I el Grande en 1703 sobre la pequeña isla de Zayachi, en el río Nevá. El horario es de 06:00 – 21:00 y es gratuita su entrada, sólo se paga el acceso al interior de la Catedral de San Pedro y San Pablo.

Es un lugar perfecto para pasear, disfrutar y sentir San Petersburgo, ya que reúne toda la esencia de la ciudad dentro de su forma hexagonal. Edificios imponentes, historia, belleza y todo ello, a la orilla del río Neva y con unas vistas envidiables: el almirantazgo, el palacio de invierno (Ermitage) y la catedral de Kazán.

Panoramica desde la Fortaleza

Panorámica desde la Fortaleza

Todavía recuerdo esos 30 minutos sintiendo la brisa del río, viendo la vida pasar: barcos, embarcaciones, remeros, gente en la playa, otros jugando al vóley-playa y esas vistas. ¡Qué vistas! Fue uno de los momentos más especiales del viaje y una de mis mayores recomendaciones.

Atardecer llegando a la Fortaleza

Atardecer llegando a la Fortaleza

Tras 2 horas paseando, descansando y disfrutando de la fortaleza, decidimos retomar el camino de vuelta a casa, pero todavía quedaban un par de sorpresas más. En el camino hacia el metro, nos encontramos con la bella mezquita de San Petersburgo, otro edificio de esos que te dejan parado y contemplativo.

Y justo al lado un puesto de ‘Tepemok’, por lo que degustaríamos el aperitivo perfecto para volver a casa y disfrutar de una gran velada en nuestro apartamento, dando por concluido un gran día que nos permitió revivir y contemplar la historia de una ciudad mágica: San Petersburgo.

Descanso en la fortaleza de San Pedro y San Pablo

Descanso en la fortaleza de San Pedro y San Pablo