Os presento Seoraksan, el Parque Nacional más bonito de Corea del Sur. Así, al menos, está reconocido por sus habitantes, albergando el tercer pico más alto del país, el Daechongbong (대청봉) con 1.708 metros, pero Seoraksan no es un simple parque, esconde mucho más.
Viajamos hasta Sokcho, en la costa este de Corea, para pasar una jornada completa allí, pero no conseguimos abarcar ni la mitad del mismo, ya que son decenas las rutas que salen desde la entrada para adentrarse en sus montañas. Sin embargo, quedamos muy satisfechos tras la visita porque las rutas elegidas fueron un éxito y las sensaciones, tras completar los tramos de Ulsabanwi y Gwongeumseong, estupendas.
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La exigente subida a Ulsanbawi.
Bien asesorados por Yoon, el dueño de nuestro hostel, nos decantamos por subir los 873 metros del Ulsanbawi por la mañana y completar el día con alguna ruta más sencilla en la sesión de tarde. Sabíamos de la dureza de la parte final de la ascensión a Ulsanbawi, unos 800 escalones, pero no imaginábamos como era en realidad.
La subida es de nivel intermedio, con un primer kilómetro y medio sencillo, sin rampas y con buen terreno, la mayoría asfaltado. Sin embargo, al cruzar el río, comienza a complicarse, no por la superficie, que está impecable en todo el trayecto (incluso con cuerdas y trozos de madera para los apoyos), sino por lo empinado que se vuelve.
Un perfil de sendero que sorprende al verlo, asusta al pensarlo y agota al hacerlo.
Tras 2,8 kilómetros se llega a la roca Heundeulbawi, que alberga un templo budista, permitiéndote por un lado disfrutar del entorno y por otro descansar para afrontar el verdadero reto de la subida: un kilómetro al 31% con una pendiente que sólo recordaba parecida en Zhangjiajie o Torres del Paine.
El templo budista es muy hermoso, construido en el interior de la roca, con inscripciones (en coreano que no supe interpretar) en las rocas colindantes. Algunos budas pequeños de mármol y unos farolitos nos indican que el lugar se usa como centro de oración, aunque apenas hay fieles a esas horas.
Retomamos la ruta. Los tramos de escalera y rocas en el suelo se van alternando y te van agotando. A los 400 metros del templo, todavía con 0.6 km por delante, un imponente mirador te pone en perspectiva de dónde estás, señalando todos los picos del parque y ofreciéndote una imagen de lo que te queda por subir. A lo lejos, en lo alto de las rocas, se aprecian unas escaleras. Asustan sólo con mirarlas, pero nuestro reto pasa por llegar hasta allí.
El cansancio y algunos dolores comienzan a aparecer en mis compañeros de viaje, pero se sobreponen y continúan su camino. La dureza va aumentando al mismo ritmo que la pendiente sigue creciendo. Además no hay tregua, porque, al ser domingo, centenares de coreanos están realizando la ruta, convirtiéndose aquello en una pequeña feria, por el trasiego y el constante ruido (silenciosos no son y menos cuando caminan en grandes grupos).
A escasos 200 metros de la subida y con tan solo 4-5 tramos de escalera por delante, se decide parar, el cansancio parece que puede con el grupo. Me animan a que llegue hasta la cima en solitario, pero me resisto a dejarlos tan cerca de la meta. Finalmente, insisten varias veces y decido emprender el camino final. Son tramos realmente exigentes y los 5-10 minutos de subida los hago a ritmo constante con continuas miradas hacia atrás. No vienen y pienso que tendré que llegar lo más rápido posible a la cima, fotografiar la escena y regresar.
La llegada al primer mirador me deja maravillado, realmente merece la pena el esfuerzo, aunque tengo una sensación agridulce por hacerlo en solitario. Les grabo un vídeo para recordar el momento.
Tras unas cuantas fotos y unos minutos de tranquilidad, decido regresar hacia las escaleras encontrándome a una pareja de españoles que llegan exhaustos al final. Son mis compañeros, tanto Inés como Papá Wonder se han superado y han conseguido llegar al final, creo que todavía no saben ni ellos de dónde sacaron esas últimas fuerzas (quizás de unas mágicas galletas coreanas). Estoy muy feliz de su hazaña y de poder compartir el lugar.
Siguiendo las costumbres coreanas, montamos nuestro pequeño campo base en el mirador y recuperamos energía para afrontar la bajada, que aunque menos dura, tiene algunos tramos de exigencia al caminar entre las rocas y por la cantidad de escalones. Llegamos a la entrada del parque entorno a las tres de la tarde, tiempo suficiente para comer un Bibimbap, beber 3 deliciosos té al limón y recargar energías para la última parte de la jornada en el parque.
La subida en teleférico a Gwongeumseong.
Imprescindible y el complemento perfecto a la subida a Ulsabanwi, así considero el paseo en el teleférico hacia la fortaleza de Gwongeumseong. 2 minutos de paseo que te permiten contemplar el parque desde otra perspectiva y que te ofrece imágenes espectaculares.
Tras llegar al final del teleférico todavía quedan unos 10 minutos de subida hacia la cima de Gwongeumseong, donde se situaba antiguamente una fortaleza y ahora alberga una amplia explanada entre piedras para delicia de todos los visitantes. Las vistas desde aquí no son aptas para cualquiera, ya que el vértigo puede aparecer entre sus rocas. Sin embargo, es un lugar perfecto para sentarse y contemplar el atardecer.
Otra opción es visitar un templo situado en la parte inferior de la estación, pero la omitimos por el cansancio y la hora.
Tras unos minutos en la cima disfrutando del entorno, decidimos regresar hacia la base y tomar el teleférico de bajada.
Con esas fantásticas vistas y viendo Ulsanbawi en el horizonte nos despedimos de Seoraksan, el parque nacional más bonito de Corea.
Toca emprender ruta hacia la isla de Jeju, donde nuevas aventuras nos esperan en una de las siete maravillas de la naturaleza y que alberga tres lugares patrimonio de la humanidad, pero eso es otra historia.
Algunos datos de interés
- A Seoraksan se llega desde Sokcho en los buses 7 o 7-1, que pasan cada 10-15 minutos hasta dos horas después del atardecer. Precio por trayecto: 1250 KRW.
- Es necesario ir bien provisto de agua y provisiones para afrontar la subida a Ulsanbawi.
- Durante el recorrido hay 2 fuentes de agua potable y 2 edificios con baños.
- El complejo alberga numerosos restaurantes y cafeterías.
- La entrada al parque es de 3500 KRW.
- Todo el parque es libre de humos y está en un estado impecable, seamos responsables con nuestra basura.