Tras más de 10 meses dando la vuelta al mundo y 5 años persiguiendo todas las maravillas de 21W, llega el cierre de algo que parecía imposible. Y no se me hubiera ocurrido mejor lugar para hacerlo que Petra, una maravilla monumental, grandiosa y enclavada en un país, Jordania, muy especial y en un entorno, árido, agresivo y arenoso, que la hace única.
Llegamos a Petra tras una larga jornada en coche y bajo un intenso calor. Una mezcla de emoción, cansancio y satisfacción recorre mi cuerpo, no ha sido fácil llegar hasta aquí con nuestro pequeño coche (más de 6 horas desde Madaba con diversos puntos de pérdida en el recorrido). Estamos en Wadi Musa, la ciudad que sirve de entrada a Petra.
Apenas hay gente cuando nos disponemos a comprar la entrada de dos días, para como tengo previsto visitar la maravilla al final del día y toda la mañana del día siguiente. Todo sale según lo planeado y llegamos treinta minutos antes del cierre. Llega el momento de comenzar a caminar rumbo a Petra, la ciudad tallada en piedra por los nabateos hace más de 2000 años.
La diferencia entre comprar la entrada de dos días, 55 JOD, y de un día, 50 JOD, hace que sea muy interesante dedicarle, al menos, 1 día y medio a Petra.
Los primeros pasos en Petra me hacen sentir extraño, no me esperaba esa entrada sencilla por caminos de tierra, flanqueados por comerciantes jordanos que apuran sus últimas carreras con caballos y burros.
Todo eso es la antesala del primer punto estrella del recorrido, donde realmente empieza y termina todo, el desfiladero del Siq (As-Siq), lo que diferencia la entrada real de la auténtica. Una joya de la naturaleza que te sobrecoge e impresiona a partes iguales. 1200 metros de abrumadora belleza natural.
Apenas hay gente caminando, de hecho los que encontramos van en dirección de salida. El Sol comienza a caer y los reflejos en el Siq colorean las piedras. Los sonidos provienen de tus pasos por la arena y la intensidad de los caballos que van arriba y abajo intentando recuperar los últimos turistas y terminar el negocio del día.
Caminar por el Siq casi en solitario te emociona. Recuerdo girar 360 grados la vista y sentirme un privilegiado. Las formas de la caprichosa naturaleza enfrentadas a las formas talladas por el hombre. Esa es una de las combinaciones del éxito de Petra.
Se aproxima el final y el camino se hace más estrecho, llega ese momento que tanto habíamos visto en fotografías. De nuevo, las dimensiones del desfiladero te dejan sin habla, acantilados de hasta 80 metros de altura tienen la culpa, pero entre tanto recoveco aparece el brillo de un tesoro, el más grande tallado en piedra por el hombre. La enorme fachada del Tesoro (Al-Khazneh) que aparece ante a ti, confirma la majestuosidad del lugar. Tardas varios minutos en reaccionar, es demasiado para tu vista, no te da tiempo a contemplar toda la escena. Y saber que fue excavada en el siglo I a.C. como la tumba de un importante rey nabateo, te crea más preguntas que respuestas.
Las dimensiones del Tesoro son 30 metros de ancho y 43 metros de alto, siendo su inspiración artística helenística, helenística alejandrina y el toque personal de los nabateos.
Sin embargo, el cielo pareció escuchar algo de nuestra felicidad y decidió darnos una sorpresa inesperada. Se volvió oscuro y una intensa lluvia nos obligó a refugiarnos bajo uno de los salientes de piedra junto al Tesoro. Hasta los habituales camellos situados junto a la fachada buscaron refugio.
Ese momento tuvo su encanto, pero rápidamente fue roto por los numerosos locales que se dedicaron a hacer «travesuras» con sus burros y caballos, intentando negociar con los últimos turistas ansiosos por volver a la entrada o algún despistado que se empeñaba en llegar al Monasterio a pesar de la hora.
A los pocos minutos, la lluvia nos dio una tregua y decidimos seguir caminando para hacernos una idea de lo que nos esperaría al día siguiente. Apenas quedaban 20 personas en la maravilla y pudimos caminar por la calle de las fachadas hasta llegar al teatro prácticamente en solitario. Un privilegio recorrer miles de años de historia en silencio, impresionados por las filas de tumbas nabateas.
El teatro fue construido por los nabateos en el siglo I d.C. como reflejo de la influencia romana de la época en Oriente Próximo. Su aforo inicial era de 3000 personas, que posteriormente fue ampliado hasta las 7000 plazas.
Conforme avanzábamos pudimos contemplar las tumbas reales, que se muestran en la parte superior del camino. Es muy notable la erosión que han sufrido, pero son destacadas las dimensiones y formas de las principales: la tumba de la Urna, la tumba del Palacio y la tumba de Sextius Florentinus.
Comienza a caer el Sol y sus reflejos y la hora, nos indican que es momento de regresar, pero antes seguimos caminando unos metros hasta la bella calle columnada, que conduce al centro de la ciudad y, en su tiempo, flanqueada por templos, edificios públicos y tiendas.
Es aquí, tras quedar impresionados por lo visto y por lo que nos queda por ver, decidimos poner el punto y final del día.
Volvemos a paso lento hacia el Tesoro, donde nos tomamos nuestro tiempo contemplando, disfrutando y fotografiando la estrella de la maravilla. Una de las peculiaridades del Tesoro son sus constantes cambios de color según las luces y sombras del día, siendo casi imposible hacer dos fotos iguales en el lugar. Además, el continuo trasiego de personas, burros, camellos, caballos y carruajes ponen un punto de aventura a la tarea de hacer fotos o contemplarlo con calma.
Sin duda, los mejores momentos para ver Petra son el atardecer y el amanecer (no más tarde de las 7:00 am). Poca gente, bonitos reflejos e incluso tranquilidad y silencio en determinados momentos.
Enfilamos el Siq con algún gesto de cansancio tras el duro día de viaje, pero con una enorme sensación de satisfacción y sorpresa. Ninguno de los tres esperábamos algo así, tan espléndido, tan majestuoso, tan maravilloso y eso que sólo ha sido el primer día, al día siguiente nos espera otra gran jornada en Petra. Volveremos a recorrer el Siq, contemplar el Tesoro, caminar por sus calles, contemplar su tumbas, teatros y templos, hasta terminar, tras más de 45 minutos de exigente subida y 800 escalones, en la otra estrella de la maravilla: el Monasterio (Ad-Deir).
Y cerramos este día, recordando las palabras del famoso poema de Dean Burgon:
Hazme igual a la maravilla celosamente guardada por el sol del este. Una ciudad rosada tan antigua como el tiempo…
Wow! Increible narración me sentí en Petra por un instante mientras me perdía en la lectura.
Muero de ganas por conocer y experimentar lo que has transmitido en este texto.
Es la segunda maravilla que más me gustaría conocer después del Taj Man.
Fascinante.
Muchas gracias, Frida. Es un honor recibir esos comentarios 🙂