Un sueño cumplido. Un momento mágico. Algo inexplicable. Pura fantasía. Luces en la oscuridad. Una tormenta solar que se dibuja en el cielo. Colores que iluminan la noche. Podría escribir decenas de tópicos y todos ciertos, pero voy a escribir una historia completa. La historia de la noche que vi Auroras Boreales en Tromso (Noruega), las Northern Lights que dirían los ingleses.
Cientos de preguntas surgen sobre un fenómeno de la naturaleza que es diferente cada vez, no hablamos de un eclipse, donde sabemos qué va a pasar; una lluvia de estrellas, que sabemos hasta la fecha y casi la hora en las que las veremos; no es un atardecer o un amanecer, es mucho más, una suma de muchos factores que unidos nos permiten visualizar una Aurora Boreal. De hecho, la incertidumbre es otro factor que las hace más especiales.
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¿Qué es una Aurora Boreal?
Antes de entrar en detalle, me gustaría aclarar de forma sencilla qué es una Aurora Boreal. La primera aclaración viene en el nombre, en realidad lo que vemos es una Aurora Polar, pero al visualizarla en el hemisferio Norte, toma el nombre de Aurora Boreal, siendo Aurora Austral, en el hemisferio Sur.
Aurora Boreal: Aurora, la diosa romana del amanecer, y de la palabra griega Bóreas, que significa norte.
Una Aurora Polar se produce cuando una masa solar (viento solar) impacta contra la Tierra y ésta al tener un campo magnético rodeándola se comporta como un imán en los polos, almacenando esta energía recibida hasta que no puede más… disparándola en forma de radiaciones electromagnéticas sobre la ionosfera terrestre, dando lugar al mágico fenómeno que presenciamos en Tromso. (Más información).
En busca de las Auroras Boreales.
Y comienza la aventura… en realidad comenzó 2 meses atrás cuando en Enero un grupo de amigos (padre, Javi, Pablo y un servidor) decidimos comprar el billete a Tromso (Noruega) para intentar cumplir el sueño de ver el cielo iluminado por vientos solares. Desde ese momento, no había pasado día en qué no hubiera comprobado la predicción del clima y de auroras (esto lo detallaré en otro artículo, porque es un mundo).
Y llegó el 19 de Febrero de 2016, informando la predicción que la oportunidad sería esa noche, quizás no tendríamos más (como así fue finalmente). Así que la opción era recoger nuestro coche, hacer el check-in en nuestra casa y salir rápidamente a buscar las auroras.
Con toda la información recopilada semanas atrás y con la predicción tan buena, había que arriesgarse y elegir el sitio donde mejor pensábamos (todo teoría) que se verían. El destino elegido fue Ersfjordbotn, en la isla de Kvaløya. Por qué elegimos este lugar no lo tengo muy claro, pero sé que lo decidí por mis horas de estudio de las auroras en Tromso y fue un éxito.
Eran las 22 de la noche de una fría y despejada noche, muy cerquita del Círculo Polar Ártico. La carretera en perfecto estado, pero flanqueados por un par de metros de nieve en el arcén y con la luna casi llena como el faro perfecto para iluminar las montañas nevadas que acompañaban el paisaje. Tras unos 40 minutos conduciendo llegamos al destino, ahí nos esperaba el fiordo Ers, que da nombre a la pequeña localidad de Ersfjordbotn.
El primer intento de buscar un sitio donde ubicarnos fue un fracaso, porque llegamos al final de la carretera (y del pueblo), encontrando una casita tenuemente iluminada al estilo noruego y luego nieve, mucha nieve, tanta que si metías tu pierna te cubría hasta la rodilla, así que entre ese detalle y que el suelo estaba completamente helado, decidimos desistir. Cabe decir que además las luces de la zona no acompañaban, tenía que haber otro sitio en el pueblo, era cuestión de paciencia.
Nos adentramos en otra calle, buscando el final del pueblo por el otro extremo, encontrando un grupo de personas. ¡Acierto!, pensamos, pero fue una falsa alarma, donde creíamos identificar un grupo organizado en busca de Auroras, nos encontramos un grupo de amigos que habían salido de cenar y tenían ganas de marcha, así que nos saludaron todos unas 4 ó 5 veces; sin embargo, ese grupo nos dio la pista necesaria, porque nos paramos frente al embarcadero y ahí vimos un camino, helado, eso sí, pero que se adentraba hacia la orilla del fiordo.
En ese lugar no debía haber mucha contaminación lumínica, pero la cuestión era cómo llegábamos hasta la orilla sin caernos… pero debíamos arriesgar, porque el cielo seguía despejado (con algún intervalo nuboso). ¡Decidido! Ése sería el sitio, así que equipaje al hombro y a bajar lentamente por el camino entre nieve y hielo. Nos costó unos 10 minutos recorrer 50 metros, pero lo conseguimos y es más, al llegar al final, escuchamos algún murmullo e incluso vimos una hoguera. Definitivamente, ése era el lugar adecuado. Establecimos nuestro campo base a unos metros del grupo con el fuego y apreciamos a nuestra derecha otro grupo con los trípodes preparados. Ya no cabía duda, era cuestión de paciencia y suerte.
Los primeros minutos fueron de instalación de los equipos fotográficos, algunos con trípode, en mi caso, más rústicos en piedras. Nos alimentamos un poco y a mirar al cielo, aunque no hubiera Auroras Boreales, el paraje era impresionante: un fiordo iluminado por la luna en un pueblecito de cuento. Estábamos adaptados, ya que hacía frío, pero relativo (-2ºC, con sensación de -7ºC) porque íbamos bien preparados para la aventura. Y tras una hora y unos chupitos de un espirituoso llamado Jim, llegó el momento… el cielo empezó a colorearse levemente, unos rayos verdosos comenzaron a aparecer… las Auroras parecían llamar a las puertas del cielo y decir que ya estaban llegando.
Aparecen las Auroras Boreales…
En el momento que aparecieron las primeras Auroras Boreales en el cielo, me quedé paralizado, no acerté a hacer ninguna foto, tan sólo a quedarme hipnotizado mirando el espectáculo.
Lo primero que pensé es cómo era posible aquello, lo segundo es que lo habíamos conseguido, estábamos viendo Auroras Boreales tras muchos días de incertidumbre y no me quedó otra reacción que abrazarme a todos mis compañeros de viaje. Me sigo emocionando al recordarlo y más aún, al ver la cara de mi Padre, de nuevo superado por la naturaleza. Sin embargo, la noche sólo acababa de empezar, lo mejor estaba por llegar.
Cabe destacar que una aurora boreal es algo impredecible, tanto en forma, color, como en duración. Lo habitual es que duren segundos, pero algunas pueden durar minutos. En nuestro caso, la mayoría fueron de segundos, excepto…
Las auroras boreales siguieron sucediendo en el cielo, pintando la noche, acompasando las luces de la luna. Ya pude hacer algunas fotos, me relajé un poco y me senté a disfrutar. Incluso en algún momento de relax que nos dieron, pudimos charlar sobre lo que estábamos viendo. No éramos capaces de explicar lo que estábamos viendo y quizás yo tampoco sea capaz ahora de expresarlo. Por momentos, me sentí superado, era demasiado para procesar, porque a los pocos minutos, una nueva aurora boreal volvía a surcar el cielo.
Fue emocionante ver cómo se acercaban, como leves pinceladas se convertían en grandes masas de viento solar entre las nubes. Llega un momento que hasta intuyes por dónde pueden venir, porque nosotros tan sólo mirábamos de frente, pero empezaban a cubrir todo el cielo.
Ver las Auroras Boreales en los ojos de un daltónico también es algo curioso, así que no soy demasiado capaz de explicaros la gama de colores disponibles, mejor observad las fotos y dejaros llevaros por el relato.
El baile de las Auroras.
Sin embargo, todos esos momentos quedaron eclipsados por el momento de la noche, ése en el cual las Auroras Boreales invadieron el cielo en todas las direcciones, no quedaba lugar del campo de visión donde no aparecieran.
Los segundos, se convirtieron en minutos viendo como unas luces “bailaban” en el cielo, aparecían y desaparecían, diferentes formas, colores, intensidades… era magia.
Se me pusieron los pelos de punta, igual que ahora escribiendo. El respetuoso silencio de todas las personas que allí estábamos se vio interrumpido, porque la emoción de todos, no pudo más y se escucharon expresiones de emoción por todos lados. Qué espectáculo, ninguna cámara en el mundo puede captar ese momento, porque es para uno mismo, no para compartir.
El baile duró minutos, pero ojalá hubiesen sido horas, porque es algo que jamás te podrías cansar de ver. El final coincidió con el ofrecimiento del grupo del fuego de usar su hoguera (coincidió que uno de los chicos era español), así que entre aurora y aurora nos trasladamos unos metros a recuperar algo de calor. Todavía quedaba el último acto, aunque ya intuíamos que el acto principal había sido el baile y lo que quedaba era despedida y cierre. Nuevas Auroras Boreales iluminaron el cielo, aunque de menor intensidad y belleza, pero no impidieron que los últimos minutos que estuvimos (prácticamente solos, porque las demás personas se habían ido) fuesen igual de especiales.
Al filo de las 3:30 y entre amagos de baño en el helado lago (menos mal que no lo hice), decidimos decir adiós a nuestra amiga Aurora, que se había ido despidiendo lentamente, de la misma forma que apareció, sin llamar la atención y de forma discreta. Era momento de volver a caminar por el camino de hielo y regresar en coche a casa con la satisfacción de haber conseguido en horas lo que pensaba conseguir en años.
Contemplar una Aurora Boreal es algo que toda persona debería disfrutar, al menos, una vez en la vida, por ser algo mágico, especial e indescriptible.
Espero haberos acercado un poquito a esa noche donde cumplí otro de mis sueños: ver Auroras Boreales en el firmamento.
P.D. Las fotos son mitad mías y mitad del gran artista/amigo/compañero Javier Martínez.
Que pasada!!!!
Una de las mejores experiencias de mi vida, Laura. Fue una pasada vivirlo y muy bonito recordarlo y compartirlo 🙂
Qué chulo el artículo!! ahora que lo leo, yo también sentí esas sensaciones, pero no lo sabía, hasta que no lo he leído 🙂
Cada uno en nuestro campo hicimos un gran trabajo, tú fotografiando, yo acumulando ideas para este artículo 😉 Espero que haya sido el primer viaje juntos de muchos… eso sí, superarlo va a estar complicado. Un abrazo!
Muy buen artículo, muy emotivo por la parte que me toca =)
Echo en falta la presencia de la frase de referencia del viaje y hay algún párrafo en el que me gustaría hacer matizaciones pero por lo demás… me encanta!! =D
A la gente que me pregunta sobre las Auroras lo describo como algo extrasensorial, un espectáculo maravilloso que nos ofrece nuestro planeta. 100% recomendado!
Gran viaje, estupenda compañía y fenomenal sitio «Tomsro», quizás vuelva 😛
Gracias, Pablo! No todo se puede contar y hay que poner en contexto al público… pero aquí en el comentario si puedo decir que «las Auroras estaban en la lata» 😉
Fue un súper viaje que iremos poniendo en contexto conforme pase el tiempo, aunque seguro que escribo más artículos para ayudar a recordarlo. Si alguien piensa en volver a Tomsro antes de tiempo, ese eres tú!!
Y yo me lo perdí! Eso de ser friolera…….
Cristina, el frío es mental, con buenas prendas te aseguro que no hubieras pasado frío (además hizo muy poquito). Ya sabes, olvida el frío e intenta ir a verlas.
Precioso relato. Imposible no acercarse a esa noche leyéndote.
Gracias.
Muchas gracias, Yoli. Intentar acercar esos destinos y momentos tan especiales es mi objetivo, si lo hemos conseguido, todo un éxito 🙂
Besos.