Cómo he llegado a vivir en Copenhague es una pregunta que todavía hoy me sigo haciendo… pero quizás de nuevo la suerte, en este caso profesional, se ha aliado conmigo y ha aparecido una oportunidad que parecía no debía dejar escapar. Así que me lancé, sin saber muy bien dónde, por qué o con quién estaría, pero han pasado dos meses y ya puedo empezar a hablar de sensaciones.
Hace un año estaba entre playas de Brasil, revoluciones en México y volcanes y lagos en Guatemala; ahora estoy entre tecnologías punteras, con algunos de los mejores profesionales del mundo, trabajando en la empresa de logística marítima más importante del mundo y en una de las ciudades con más calidad de vida de Europa y, seguramente, del mundo. Eso es capacidad de adaptación y la considero una de mis grandes virtudes.
Y tan sólo tenía que hacerme una pregunta para saber si debía venirme…
Piensa si lo que estás haciendo ahora, te acerca al lugar donde quieres estar mañana.
La respuesta fue sí y aquí estoy. Por cuánto tiempo, es una pregunta que todavía no sé responder…
Copenhague me recibió con una leve brisa y con tardes todavía largas (ahora anochece a las 16), pero desde el primer momento que caminaba, sentía que tenía algo atractivo que me gustaba. Me costó entenderlo 2 ó 3 días en mis paseos hacia el trabajo. Era algo que solemos olvidar en Madrid, Málaga o casi cualquier ciudad de España. El silencio. Poder caminar sin ruidos, sin preocupaciones, sin estar pendiente de coches o motos. Poder escuchar tus pasos sobre las hojas de otoño o simplemente sentarte en un banco a ver la vida pasar, pero también a escuchar la vida pasar. Qué sensación tan espléndida.
Y a nivel laboral, esto es otra historia. El desayuno y la comida son gratuitos, en modo buffet, variados, sanos y naturales con sólo dos concesiones a la semana (los miércoles, pasteles de postre y los viernes, bollería para desayunar). El resto del tiempo me lo paso entre cereales, zanahorias, ensaladas, pescados marinados, verduras hervidas, pasta y productos sanos. Comer a las 12:00 ó en 30 minutos pasa a ser secundario, no sientes que inviertas tiempo en comer, es tan sólo un «stop and go» para seguir. La oficina es luminosa, los puestos son de libre uso, todos tenemos portátiles y hay amplios ventanales para saber que la vida sigue mientras que trabaja. Y si quieres hacer una parada puedes hacerla en unos sillones, unas banquetas, tomándote un té, un café, agua o una pieza de fruta. El horario es hasta las 17, pero es 100% flexible, priorizando siempre la vida familiar. Otro estilo es posible, quizás sea que en España no quieren saber nada del tema. Por no hablar de la maravilla de ir caminando al trabajo…
Tras unos meses viviendo en la ciudad y siendo un caminante extraño entre tanta bici, puede afirmar que es la ciudad perfecta para el medio de transporte más limpio, pero también para los peatones, por sus amplias avenidas, sus recurrentes parques y su planicie casi absoluta. He recorrido más de 100 kilómetros en mis paseos por la ciudad, me gusta cambiar de itinerario, descubrir otras zonas, controlar mis pasos, las distancias, mirar a su gente, a sus bicis, a los pocos conductores de coches y los escasos peatones con los que me cruzo.
Me gusta contemplar la ciudad cuando anochece, casi cuando duerme, que es antes de lo que acostumbramos, pero siempre hay un rayo de luz entre la aparente oscuridad. Hay vida más allá aunque no lo parezca. Copenhague es una ciudad de luces diurnas, que cae en una dulce penumbra al anochecer. Es limpia, moderna, interesante y , claro está, muy cara. Aquí he conocido lo que realmente llamamos alto nivel de vida. Sin embargo, destaco dos cualidades especiales, es silenciosa y elegante. No hay apenas ruido, a lo que contribuyen en gran medida las bicicletas, pero no es sólo eso, sino que puedes caminar por las zonas más comerciales entre murmullos, no hay ruidos, no hay apenas contaminación acústica.
Como sucede en las grandes ciudades, cada barrio en Copenhague encierra una historia, en tan sólo unos metros el ambiente cambia diametralmente, así donde vivo yo, Norrebro, es una zona de mayoría estudiantil e inmigrante, por esta mezcla, los daneses, lo consideran algo peligroso, simplemente porque hay más gente musulmana o de raza negra. Podríamos decir que es algo así como un Lavapiés en Madrid, salvando las distancias y con menos inmigración. Eso sí, mantiene la esencia de barrio, con sus tiendas de comestibles, sus pequeños comercios, sus coquetos cafés y ese aire de que todos nos conocemos. Me gusta mi barrio (y mi casa). Si nos movemos hacia otras zonas, como Osterbro, donde está mi oficina, las tiendas de barrios van desapareciendo y dejan paso a grandes zonas verdes y residenciales. Prima más la calidad de vida, que la vida en el barrio.
La ciudad se siente tan segura, que tardé casi 3 semanas en ver al primer policía. De hecho, a veces es tan tranquila, que extraña cómo es posible.
Respecto a las personas, los daneses son, en general, personas muy amables, educadas y siempre dispuestas a ayudarte. Prácticamente toda la población habla un inglés magnífico y da igual su edad o puesto profesional, el uso del danés y el inglés roza el bilingüismo. Bienvenidos a la Europa Central y sobre todo, al norte de Europa.
Una curiosidad es la ausencia de colores vivos en la vestimenta de los daneses, aquí la gama es el negro y el blanco, algunos arriesgan al gris y los más avanzados, en el trabajo, se ponen una camisa azul, pero en abrigos y prendas de invierno, el negro es el rey. Si quieres pasar desapercibido en un bar o sitio cerrado, usa esos colores; si te quieres identificar como foráneo o quieres llamar la atención, no hay que ponerse de amarillo, con un camiseta roja o verde desviarás algunas miradas.
Eso sí, todo lo que no hay de variedad de colores, lo hay en elegancia y planta. Se cuida y mucho el aspecto, además el hecho de tener la bicicleta tan involucrada en el ritmo de la ciudad hace que el físico tanto de chicas como de chicos sea privilegiado.
Escribir sobre que se puede ver o visitar en Copenhague, lo haré en un próximo artículo, con toques personales y elaborando el itinerario que considero ideal para visitar la ciudad. Eso sí, adelanto que para mí, la ciudad ofrece mucho más de lo que se piensa. Copenhague es un destino perfecto para tener visitas, porque todo está cerca, pero hay una gran variedad de planes, además todo se puede adaptar al clima, así que la lluvia, el viento o el intenso (poco) Sol no te hacen eliminar planes, tan sólo adaptarlos.
Sin embargo, todo no puede ser perfecto, pero casi… sería un gran detalle que un fabricante de persianas o cortinas viniera a Copenhague a hacer negocio. La ausencia de intimidad en las casas es absoluta y les encanta mostrar cómo viven o qué hacen. A mí me encantaría dormir sin luces entrando por mis ventanas o con una buena almohada (tienen cojines). El otro punto negativo es que son demasiados europeos y no es fácil hacer planes con ellos o integrarse más allá del trabajo.
Más allá de esos pequeños detalles, Copenhague es una ciudad magnífica para vivir, para trabajar, para tener familia, para caminar, para tener bici, para disfrutar de vida cultural, para hacer deporte, para ver que otro mundo es posible, para viajar por Europa. Está claro que no tiene el mejor clima, pero lo suple con todo lo anterior y cuando uno está feliz, ¿ realmente importa el tiempo que hace fuera?
Seguiremos hablando de Copenhague, pero mientras tanto podéis escucharla.
Me alegro que te esté yendo tan bien por Copenhague, a ver si te animas a ir en bici por alli. Ya te haremos una visitilla. Un abrazo
Gracias, Chelu. Lo de la bici está pendiente, pero entre que no le tengo la afición y que ahora ya el tiempo no acompaña, pues tendrá que esperar; tú si que disfrutarías!! Nos vemos en unos días 🙂
Un fuerte abrazo y gracias por comentar.
Alejo
Me alegro mucho de que te hayas adaptado tan bien a esa bonita ciudad,pero tengo que decirte,que si algún día, no quieres volver a trabajar, solo tienes que escribir un bonito libro para viajeros, ya que tus comentarios sobre los sitios que has disfrutado en tu vida,son muy buenos,y sobre todo con muchos detalles de cada ciudad,muchos besos y haber si te dejas caer, por tu Málaga, para disfrutar de tus aventuras.
Ya me gustaría a mí, escribir un libro y retirarme 🙂 mientras tanto, a seguir trabajando y escribiendo en los ratos libres, jeje.
En Navidad nos vemos por Málaga.
Un beso grande y gracias por comentar.
Tomo nota de tus buenas referencias así que habrá que conocerlo!!!! 🙂 un besote!
Gracias, Glo 🙂 Aquí te espero con los brazos abiertos. Besitos!
Hola Alejo, solo tengo que felicitarte por tus excelentes lineas donde describes tus experiencias de vida en Copenghage. Yo la visite hace un par de años en invierno por algunas días, pero tal como lo comentas te ofrece mucho este lugar.
Hola Oriana.
Gracias por tus palabras, es un lugar fantástico para conocer y más aún para vivir.
Saludos,
Alejo