Cueva de la Luna

Una perfecta unión de gastronomía, misterio, historia y cultura puede ser un buen resumen para la experiencia vivida en la Cueva de la Luna situada en Titulcia (Madrid). Un excelente plan de un día, a escasos 45 minutos de la capital de España.

Había leído bastante acerca de la Cueva de la Luna, unas cosas buenas, otras no tanto. Muchos mitos y leyendas (demasiadas), pero bastantes realidades, así que lo mejor era verla por nosotros mismos y nos decidimos a visitarla.

El resultado no pudo ser mejor. Principalmente, porque en el restaurante de la Cueva de la Luna se come bien, muy bien y sólo por eso hace que la visita a la cueva merezca la pena… aunque algo tiene ese lugar y el hecho de entrar con una vela entre aquellos oscuros pasadizos escavados en la tierra le hace tener “un algo” especial. Son como unas catacumbas pobres y pequeñas.

Una parada previa: Chinchón

Lo primero era llegar hasta Titulcia, para lo cual fuimos en coche haciendo una parada previa en Chinchón, otro lugar que estaba apuntado en grande en los pendientes de Madrid. El día era otoñal: lluvia, viento y niebla, pero eso lejos de ser un impedimento resultó muy atractivo y le daba otro encanto a Chinchón, que nos recibía entre fina lluvia por sus adoquinadas y empinadas calles.

Panoramica de Chinchon

Panoramica de Chinchon

En Chinchón hicimos el recorrido clásico: Plaza Mayor, Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción y Torre del Reloj; aunque sólo por la plaza, concluida y cerrada en el siglo XVII, bien merece una visita.

Desafortunadamente, la Iglesia la encontramos cerrada y a la Torre no se puede subir. Sin embargo, las vistas de la plaza desde la parte alta de Chinchón, a pesar de la niebla que había, ofrecen unas bonitas vistas.

Rocinante en Chinchon

Rocinante en Chinchon

Tras ver la zona monumental, disfrutamos de un aperitivo en la Plaza Mayor, donde tengo entendido que se come muy bien y compramos algunos pasteles en la pastelería que hace esquina. Recomiendo probar sus palmeritas de chocolate blanco o las de naranja, elaboradas con un hojaldre delicioso.

Destino Titulcia y su Cueva de la Luna

Con algo más de energía nos dirigimos a Titulcia, situada a escasos 15 minutos de Chinchón. Titulcia nos recibía con el mismo día gris, pero con mucho menos ambiente, apenas se veían personas por la calle, muy lejos del ambiente turístico que se respiraba en Chinchón. Antes de comer nos decidimos a dar una vuelta por el pueblo para conocer si era cierto lo que había leído, donde no se destacaba nada especial. Así nos pareció, visitamos la plaza del pueblo, que engloba ayuntamiento e iglesia. Nada destacable más allá de un gran nido de cigüeña en el campanario. Continuamos hasta el puente del pueblo y visto el panorama (nos cruzamos a 2 personas), nos dirigimos hacia la Cueva de la Luna para comer en su restaurante y ver posteriormente la Cueva. (*)

(*) Existe una norma no escrita de sólo enseñar la Cueva a quién come en el restaurante, ya que la Cueva está situada en su interior. Imagino que como todo habrá excepciones, pero informo por si acaso.

La zona interior del restaurante es pequeña, unas 8 mesas, ampliando ese espacio en verano con una terraza El restaurante es acogedor, sin lujos, sin estridencias, muy rústico y tradicional, sin embargo su oferta culinaria no se reduce a lo vulgar, sino que ofrece una variedad y calidad de platos extraordinaria.

Como bien indicaba en su web, la especialidad de la casa eran los revueltos (de Morcilla en nuestro caso) y los boquerones al cava. Así que nos decidimos por pedir esos 2 platos como entrantes para los 4 comensales que éramos. La elección fue excelente: el revuelto de morcilla estaba muy rico, pero fue el plato estrella, los boquerones al cava, el que se llevó todos los elogios. Un plato aparentemente sencillo, de extraña fusión, pero con un sabor dulce-picante que entraba directo al paladar.

Boquerones al cava

Boquerones al cava

Es de los casos en los que la foto no hace justicia, es de los platos más sabrosos que he comido nunca. Y aún quedaban los platos principales…

En los segundos hubo medio consenso: 3 churrascos de Buey y una lubina. Otra elección exitosa. La carne hay que decir que es Angus, es decir, de mucha calidad y con denominación de origen. Ese dato está escrito en la puerta del restaurante y además te lo recomiendan. La pedimos poco hecha para poder disfrutar de todo su sabor y acertamos de pleno. Iba con muchas ganas de carne y quedé muy satisfecho, siendo el único que se pudo terminar el plato, aunque no se desperdició nada, el resto quedó para la cena.

En cuanto a la lubina también fue una buena elección. Estaba abierta y hecha a la plancha, con mucho sabor y una ligera vinagreta por encima. Tanto la carne como el pescado vienen acompañados de una pequeña ración de patatas y pimientos, también muy ricos.

Con el estomago bien asentado llegaba el momento de los postres. Nuestras elecciones fueron: arroz con leche y tarta de chocolate, acompañados de café. Ya en la sobremesa disfrutamos de unos licores. Se acercaban las 17:00 y llevábamos 3 horas en la mesa. Qué rápido pasa el tiempo en buena compañía disfrutando de buenos alimentos. La cuenta fue la prevista, unos 30€ por persona. Precio adecuado y ajustado a la calidad de los alimentos, así como a las 3 horas de buena comida. No podemos decir que sea barato, pero estás pagando por comer muy bien.

La visita a la Cueva de la Luna

Llegaba el momento de visitar la cueva, por lo que preguntamos al dueño, César, que muy amablemente nos dio unas breves pinceladas de la historia de la cueva, de cómo su padre la descubrió y de su motivación para abrir el restaurante años después. Todo esto viene muy bien explicado en su web.

Por su escaso mantenimiento a la cueva se debe entrar con velas, que César te proporciona. Las mujeres deben llamar 3 veces antes de entrar para pedir permiso según cuenta la leyenda. Con el permiso concedido para ellas y sin saber muy bien que sensaciones tendríamos, nos adentramos en la Cueva de la Luna.

La Cueva de la Luna a la luz de las velas

La Cueva de la Luna a la luz de las velas

El primer sentimiento que te recorre el cuerpo es de incertidumbre. Bajamos con precaución los primeros escalones y llegamos hasta el centro, donde se debe solicitar un deseo. Si posteriormente se cumple, se debe regresar y depositar flores, de hecho hay varios ramos en los laterales. Intentamos descubrir los pasadizos laterales, pero la tenue luz de las velas y el mal estado de conservación no te dejan muchas ganas de estar allí. En nuestro caso, ninguno tuvo sensaciones paranormales, al menos nadie las manifestó… eso sí, pedimos nuestro deseo. En mi caso se lo he puesto muy complicado, de hecho pedí 2 deseos en 1…

Como conclusión: no me importaría volver a la Cueva de la Luna aunque fuera sólo a comer. Si ya es con flores y los deseos cumplidos, mucho mejor, pero de momento el misticismo y la historia los pongo en duda. Sí podemos decir que el conjunto de la Cueva de la Luna tiene un encanto especial y que se come muy bien, el resto tendréis que vivirlo por vosotr@s mismos, en una visita que no os dejará indiferente. Nosotros disfrutamos mucho de este día, que posiblemente tengamos que volver a repetir en no demasiado tiempo…